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Migrar enseña a perdonar al tiempo

¿Es posible perdonar al tiempo? ¿Acortar las distancias geográficas y cruzar sin temor la frontera que separa a nuestras familias? ¿Es posible olvidar que nuestros gobiernos e instituciones son y han sido incapaces de generar y mantener las condiciones más elementales para que las familias no tengan que vivir separadas por la migración? Las respuestas dependen de las circunstancias y experiencias particulares de las familias que han sido atravesadas por esta condición. Algunas tienen la oportunidad de recuperar el contacto y reactivar los afectos que la distancia enfrió; no todas tienen esa posibilidad, pero es un hecho que lo desean y que sueñan que llegue ese día.

Angelita Espinoza e Ignacio Salazar esperaron 25 años para abrazar nuevamente a su hijo, quien salió de su natal Ocotlán, Jalisco, con destino a California para buscar y hacer la vida en los Estados Unidos (EU); en este periodo Angelita perdió la vista, pero jamás la esperanza de volver a reunirse con él. La señora Ofelia Carrillo anheló por 23 años reencontrarse con su hijo, quien desde que se instaló en la Unión Americana no ha dejado de llamarla, de escribirle y enviarle dólares para ayudar con los gastos de la casa.

Pedro Arámbula aún tiene muy a flor de piel el día en que el más pequeño de sus hijos, a sus 17 años, salió de San Martín de Zula, en Ocotlán, para cruzar la frontera de manera indocumentada; desde aquel día han transcurrido 19 años. Felizmente lograron lo imposible; hoy están reunidos, poniéndose al día, generando nuevas vivencias y desempolvando recuerdos; reviviendo anécdotas y degustando quizá la sazón peculiar de la casa.

Angelita, Ignacio, Ofelia y Pedro son afortunados; con otras 76 personas adultas mayores viajaron a EU, por medio del programa Reuniendo Familias, que operan organizaciones sociales, productivas, públicas y privadas con apoyo de las propias familias migrantes y el respaldo de los gobiernos de ambos países. Ellas y ellos recibieron asesoría jurídica y el acompañamiento de asesores y gestores para realizar los trámites. Allá en el norte, las hijas, hijos, hermanas, hermanos, tíos y hasta nietos les esperaban con alfombra roja, flores, globos, música y pancartas con mensajes como: “Yo puse la fe y Dios me hizo el milagro.”

Ellas y ellos hoy viven 18 días de gracia en esta primera visita. Angelita e Ignacio comparten vivencias con la familia que su hijo formó en California; Ofelia acompaña a su hijo y deja que él la consienta, que le muestre cómo es la vida en el mentado norte; don Pedro ya pudo conocer y abrazar a sus seis nietos, a quienes antes de esta experiencia solo podía escuchar y mirar por videollamadas. Por estos días no hay más distancia ni muros que los separen.

Después de una estadía por 18 días, las personas adultas mayores regresarán a Jalisco, Guerrero, Michoacán y Chiapas, pero podrán volver a los EU y reencontrarse con sus familiares tanto como les sea posible durante los siguientes 10 años. Sus familiares migrantes en cambio continuarán esperando una reforma que les otorgue residencia legal en EU. Hasta entonces tendrán que conformarse con recibir en vacaciones a sus familiares; seguir añorando regresar con ellas y ellos; volver a su tierra con la familia. Mientras, tendrán que hacer un pacto con el tiempo, la distancia y el muro que les separa.

X: @claudiaacn

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