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Mimetismo

Más de un millón de dólares fueron pagados por una pintura hecha por un robot humanoide con inteligencia artificial (IA) hace una semana en la afamada Sotheby’s en Londres.

La casa de subastas preveía que por A.I. God, un retrato de 2.2 metros de alto del matemático británico Alain Turing, iba a lograr una cifra de 180 mil dólares, pero fue creciendo hasta llegar a la cifra récord de un millón 80 mil, después de 27 ofertas.

Esta venta “marca un momento en la historia del arte moderno y contemporáneo y refleja la creciente intersección entre la tecnología de inteligencia artificial y el mercado mundial del arte”, dijo Sotheby’s en un comunicado.

Hace unos días, pensando en este caso, a una plataforma de IA le hice un par de preguntas para establecer un marco de partida. Una de ellas era si tenía familiaridad con la obra de Jaime Sabines, dándome una respuesta positiva. La siguiente fue si tenía contexto suficiente sobre la celebración del Día de Muertos en México, a lo que también obtuve un sí.

Luego de que se definiera la base, le pedí que me escribiera un poema con el estilo de Sabines sobre el Día de Muertos. En mi opinión, sin ser experta en literatura, pero sí una lectora más o menos decente, el resultado fue aceptable. Aquí, un fragmento:

 

Los muertos llegan callados,

descalzos, como cuando el polvo

era su casa.

No tocan la puerta,

se deslizan por las grietas de la madera

y encuentran su lugar en la mesa,

entre el pan y las velas.

 

Ahora, ¿este poema y la pintura hecha por la humanoide Ai Da son arte? Yo digo que no. Son, en todo caso, el resultado de millones de datos procesados artificialmente, gracias a programadores y a usuarios que seguimos nutriendo a estas IA con la intención de hacerlas mejores, más eficientes.

Sobre la pintura, por ejemplo, Aidan Miller, el diseñador del robot y especialista en arte moderno, dijo que este hecho “pone el foco en el mundo del arte y los cambios sociales, mientras lidiamos con la creciente era de la IA”.

Además, se habló de la “enorme influencia” que tenía la pintura de la obra de Picasso y de cómo había logrado llevarla a cabo; pero si se le dio la indicación de hacerla de esa forma, de pintar al estilo cubista (como escribir al estilo de Sabines), ¿qué mérito existe, más allá de poseer toda la información disponible para lograrlo a raíz de alimentarla para eso?

El proceso creativo, en particular aquel enfocado al arte, tiene como característica la existencia de emociones y el reflejo de las experiencias que nos atraviesan y que se expresan al momento de ponerlas en un lienzo, en papel, delante de una cámara, en una partitura… Las IA pueden imitar estilos, explorar nuevas formas de expresión gracias a miles de combinaciones probabilísticas, pero carecen de intención o propósito propio. La intención y el propósito se los da quien alimenta esa IA.

Estos programas no tendrían que suplir a los artistas, sino ser herramientas, como las que se han ido sumando a lo largo de los siglos, para mejorar el trabajo artístico; para facilitar la vida de quienes, en este caso, hacen arte y permitirles tener más tiempo, mejorar las posibilidades, encontrar nuevas formas de expresarse.

El robot dijo que su obra invita a los espectadores a reflexionar sobre la “naturaleza divina de la IA y la informática”, y a considerar las implicaciones éticas y sociales de estos avances.

Y aquí estamos.

X: @perlavelasco

GR