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Aunque la narrativa oficial suele señalar a las lluvias “atípicas” como causa principal de las inundaciones que cada año golpean a la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), los registros históricos muestran una realidad distinta: la cantidad de precipitación se ha mantenido relativamente estable desde 1980, con variaciones erráticas pero dentro de un rango promedio. El problema, advierte Juan Pablo Macías, especialista en hidrología, radica en la urbanización desmedida, la impermeabilización del suelo y la falta de infraestructura adecuada para conducir e infiltrar el agua.
Los registros históricos de precipitación en la Zona Metropolitana de Guadalajara muestran que el promedio anual se mantiene estable, entre 880 y 930 milímetros, lo que desmiente el discurso oficial de que “llueve más”. Aunque ha habido excepciones como 2004, con 1,420 mm, en general no se observa un aumento sostenido; incluso en 2025, pese a las recurrentes inundaciones, el acumulado hasta agosto era de 709 mm, dentro del rango histórico.
La diferencia, apunta Macías no se debe a un aumento en la precipitación, sino a la incapacidad de la ciudad para absorber y conducir el agua: el crecimiento urbano desordenado, la impermeabilización de laderas y la falta de mantenimiento en colectores han convertido los escurrimientos en un riesgo mayor, como ocurre en la microcuenca de los Colomos, donde la urbanización de las zonas altas provoca que grandes volúmenes desemboquen en puntos críticos como avenida Patria y el canal del río Atemajac, hoy reducido y sin capacidad suficiente.
Aunque en las últimas administraciones se han construido vasos reguladores, su localización en zonas bajas los hace poco efectivos. “El problema debe atacarse en las zonas altas y medias, donde se generan los escurrimientos. Resolverlo en el punto de inundación ya es muy tarde”, explica Macías.
Además, señala deficiencias en el sistema de pozos de infiltración: en los años noventa, el SIAPA tenía registrados más de 5,000, pero actualmente no hay certeza sobre cuántos siguen operando ni si reciben mantenimiento. “Un pozo sin mantenimiento no sirve de nada”, advierte.
La falta de control territorial se refleja en el número creciente de zonas críticas. En 1994, la autoridad tenía identificados 47 puntos de inundación; hoy reconoce 363, aunque investigadores de la Universidad de Guadalajara sostienen que son aún más.
Casos recientes ilustran la contradicción entre discurso y acciones. Terrenos con aptitud natural para infiltrar agua, como el de la Expo Gold en Avenida Faro y Las Rosas o el del futuro C5 urbano en Eulogio Parra, fueron destinados a desarrollos inmobiliarios y edificios públicos, perdiendo así áreas clave para la gestión pluvial.
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