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Enciclopedia humana de lo tapatío

(Foto: Alfonso Hernández)

Para escuchar a Juan José Doñán se necesita tiempo y un oído agudo para captar cada detalle. Las miles de historias y curiosidades que conoce sobre la Guadalajara antigua lo convierten en una especie de enciclopedia humana.

Aunque su origen está en Tizapán El Alto, Jalisco, su mirada de foráneo y sus adentros en la capital jalisciense los tuvo desde temprana edad. Ahora como profesor en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y la Universidad de Guadalajara, el tapatiólogo (como se autonombra), ensayista, cronista de la ciudad y autor de textos como El occidente de México cuenta (1995), Juan Rulfo ante la crítica (2003) y ¡Ai pinchemente! Teoría del tapatío (2011), es una fuente confiable para conocer el pasado de la ciudad.

Entre miles de libros, discos y películas, y un poco menos de botellas de tequila, el escritor nos recibe animoso, alegre, atento en su casa para conocer un poco de sus entrañas como tapatío por adopción y compartirnos en entrevista detalles de su visión y el recuerdo de una Guadalajara de antaño, que a decir de él era mejor que la de ahora.

Recientemente se reeditó su libro Oblatos-Colonias andanzas tapatías (Arlequín, 2013), pero ya tiene otro texto en mente, una crónica sobre un viaje en bicicleta que realizó desde Roma hacia Santiago de Compostela, que tendrá como título Por Europa en dos ruedas.

NTR. ¿Añoras el pasado o te pone melancólico?

Juan José Doñán (JJD). Comparada con la parda realidad actual, por ejemplo, ese San Juan de Dios tan maloliente, tan sórdido, gris, desolado y sucio, comparado con la imagen que recuerdo y que conocí, aquel era una fiesta. La avenida Juárez era mucho más bonita, tenía esa vocación comercial muy variada de entretenimiento y ve ahora lo que tenemos: en el centro la monotonía de esta cosa que se llama Plaza de la Tecnología, no digo que esté mal, sino que había una variedad de negocios de lo más diverso, el centro era una zona mucho más solicitada por los tapatíos de los cuatro puntos cardinales. Ahora es gente, digamos, que va un poco a hacer su comercio, a comprar cositas, algún mandado, a lo que queda del mercado Corona y tantán. En mi recuerdo es, por mucho, mejor ese centro de antaño que el de ahora, de ahí que hasta personas que tal vez no vivieron o lo hicieron en su última etapa, como el actual presidente municipal, diga que quiere rescatar ese centro de antaño y convertirlo en el más bonito de México, eso ya es un poco demagogia, pero sí era mejor.

NTR. El saber del pasado y tenerlo presente, ¿cómo ayuda a vislumbrar un futuro o vivir un presente?

JJD. La crónica tiene que darle sentido a cierto caos, a cosas que son de lo más diverso y que tú te llevas, tú tomas un hilo a partir de un suceso, de un lugar, de una tienda. En esa Guadalajara es muy fácil, es un lugar común decir que el tiempo pasado fue mejor, pero en algunos aspectos sí y fui testigo presencial, había negocios tan antiguos, como cafeterías de las cuales nada más sobreviven el Café Madrid, ahí donde están las Fábricas de Francia, y el Madoka. Pero qué le sucedió a ese centro, una serie de políticas públicas equivocadas como la construcción de la Plaza Tapatía, políticas cerradas que lo único que consiguieron fue algo peor, provocó que la gente dejó de ir, ya no tenían motivos para ir, es decir se acabó la fiesta, se acabó la diversión, los salones de baile, el trabajo que tenían los músicos ahí. Todo eso empobreció la zona y aún es un área cuyo terreno es muy caro, pero se ocupa con otro tipo de cosas que son ya muy monótonas, se venden pizzas de muy mala calidad, etcétera. Antes había una variedad para todos los gustos y bolsillos.

NTR. No eres tapatío, pero ¿eres orgullosamente jalisciense?

JJD. Sí, diría que fatalmente porque uno no elige, pero tampoco reniego. No niego mi origen. Llegué muy chico a Guadalajara, a los 14 años de edad, para hacer la preparatoria y me quedé aquí con unos parientes, específicamente con este tío que tenía un puesto de abarrotes en el Mercado San Juan de Dios y al cual le ayudaba, ese fue para mí el descubrimiento de la gran ciudad, una de mis ilusiones. Para mí era ir de admiración en admiración, llegué y no conocía las tostadas de cebiche, ni los cocteles, a pesar de ser de la riviera sur del lago de Chapala, donde se come mucho pescado. No conocía la torta ahogada, finalmente la tapatiés me llegó así de sopetón y puedo decir que la mayoría de esas cosas me gustaron, es una ciudad que me gustó, tanto es así que me quedé aquí.

NTR. En estos momentos, ¿cuál es la función del cronista de la ciudad, ya se perdió, aún sigue con todo el registro de fotos, de medios y opiniones de los habitantes?

JJD. Es darle alineación y balanceo a cosas que están desperdigadas, a una suerte de exceso de información que es un estorbo, cosas que no son relevantes, desde mi punto de vista, e ir a lo esencial, a lo más vital a lo que formaría parte de la base, de lo que es una cosa muy difícil de definir de la tapatiés. Diría que la tapatiés es una contradicción en muchos sentidos, pero finalmente es una buena contradicción. Algo del tapatío es que le caen gordas las personas presuntuosas, pero al mismo tiempo es muy vanidoso y trata de enmascararse con modestia e incluso con modestia extrema que llega a ser sospechosa. Diría que el tapatío es modestamente arrogante, es decir, a diferencia del argentino, que es una suerte de presuntuoso y ególatra excesivo, sobre todo la caricatura que se suele hacer del porteño (bonaerense). El tapatío no, le da por tirarse al suelo para que lo levanten.

NTR. La reforma educativa limita revisar la historia nacional, estatal y local a sólo ciertas fechas y no hay más para atrás, ¿crees que la inducción en las nuevas generaciones de conocer el pasado se pierda?

JJD. Una de las cosas que tendría que hacer la crónica es rescatar la memoria de los barrios, esto que dices, que de pronto las distintas demarcaciones de la ciudad tienen una suerte de historial. Esa vida barrial, Santa Tere, el Santuario, San Juan Bosco, Talpita, Santa Cecilia, todas tienen una historia que debe rescatarse. El cronista tiene que analizar ese fuego, primero que tiene sentido para ti y después que lo tenga para los demás. La diferencia entre el cronista y el historiador es que el primero relata cosas vividas con mayor libertad y la historia es ciencia, el dato que es frío, aunque esté bien redactado.

NTR. Tu herramienta es la memoria, ¿cómo la cuidas?

JJD. Usándola. Es como las casas, las que no se habitan se echan a perder, la memoria que no se usa comienza a tener o a padecer un poco las características del queso gruyer, de tener pozos, así que tiene que rehacerse, ejercitarse, usarse y desde luego hay tantas cosas que se vivieron que uno se olvida, pero que están ahí.

Preguntas rápidas

Origen: Tizapán El Alto, Jalisco

Comida: cocido de res

Compositor: Agustín Lara, Gustav Mahler

Ciudad favorita: Guadalajara

Gusto culposo: tequila

Cronista: Salvador Novo

 

 

HJ/I