INICIO > ZMG
A-  | A  | A+

Hospital Civil, 'casa' y fuente de empleo

Muchas historias. El Hospital Civil encierra un universo de experiencias dentro y fuera de sus paredes (Foto: Alfonso Hernández)

"Necesito que atiendan a mí niña, ya la tranquilizaron, pero me preocupa mucho que se me ponga grave. Mi niña tiene leucemia".

Luz Águila es una madre que necesita atención para su pequeña de tres años que ingresó el lunes por la noche, después de que se desmayó y al parecer rechazó otra vez las plaquetas.

Frente a ella está sentada Laura, de 21 años, quien necesita recolectar dinero, casi 600 pesos, porque una medicina para el asma no la cubre el seguro de su esposo. La desesperación y necesidad no le ha permitido comer nada.

Sanar, comer, vestir, dormir, dinero y aseo personal son las principales necesidades de cientos de personas que llegan al  Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, pero también hay otras que van desde hacer una llamada telefónica hasta completar un pasaje.

Algunas se cumplen con tan sólo salir a los alrededores del Hospital Civil donde los puestos de ropa usada o nueva, comida y artículos de aseo personal y hasta las farmacias trabajan desde las 7 horas o antes. Pero la necesidad constante es el dinero.

“¡Pásele, hay tacos de bistec, cabeza, chorizo!”

La comida es prioridad para familiares de los usuarios del Hospital Civil Viejo. No faltan los puestos de tacos, tortas, fruta y jugos, pero buscar el mejor precio es obligado. Se puede comer con 15 o hasta 50 pesos. La solvencia de cada quien es la que decide.

Frente al acceso principal se aprecia una sección de comida con cinco puestos, en su mayoría de tacos,  algunos con mesas y sillas.

En la calle Coronel Calderón es donde los restaurantes y locales de comida se hacen visibles al por mayor. Ahí se pueden encontrar tacos al vapor, vasos de fruta, tacos de camarón, de guisado, gorditas, tortas ahogadas, lonches, carnitas, jugos de fruta, aguas de sabor e incluso helados.

Todos aseguran dar precios accesibles, pero para muchos usuarios algunas veces no son alcanzables. Eso lo sabe Angélica Vázquez  quien ayer, a las 10 de la mañana, aún no había probado alimento desde una noche antes porque tiene que alimentar a sus dos pequeños hijos que la acompañaron desde Ameca para internar a su esposo.

“No he comido, primero están mis niños. Ya les compré dos taquitos, gasté 12 pesos y me quedan cien. Yo voy a comer hasta la tarde”, expresó.

A la ropa usada

Vestir puede ser secundario para los que sólo se quedan un día o van a consulta, pero para las personas que se quedan dos o más días esperando la alta de sus enfermos, es una necesidad que cubren con ropa de segunda.

“Soy de Valle de Guadalupe y mi hija, de 3 años, tiene cuatro días internada y no me traje ropa. Le compré un pantalón y una blusa, y a mí otra en 40 pesos, sólo porque su ropa se llenó de sangre”, comentó Eulogia Díaz.

En el Jardín Botánico, en la calle Hospital se aprecian alrededor de 10 puestos improvisados de ropa usada para adultos, niños y bebés. Ahí se venden pantalones, blusas, camisas, suéteres, zapatos e incluso hasta mochilas del Partido Verde Ecologista de México que se regalaron durante el periodo electoral. Los precios van desde los 5 hasta los 30 pesos; en algunos, si se compra más de una prenda, hacen descuento.

También hay artículos nuevos de tres por 100, o calcetines de 10 pesos, pasta de dientes, cepillos y rastrillos, micas para documentos, pantuflas, rosarios, hierbas y pomadas para los hongos en los pies.

La instancia de salud se convierte en el hogar y la fuente de trabajo de cientos de personas. Ahí están también los franeleros como Carlos, El Huesos,  un adolescente de 16 años que se encarga de cuidar los coches de algunos doctores y por un peso o más les grita el “vienen, viene, mi buen”.

Tiene un año con este trabajo y es el nuevo; a veces va y otras no porque tiene también que trabajar en la central de abastos.

Se instala en la calle Coronel Calderón para que los que tienen más tiempo no se enojen por quitarles clientes.

“Gano como 50 diarios porque toda la gente viene caminando o en taxi; más bien trabajo para doctores. Me gusta trabajar aquí porque no son ojetes los polis”, expresó.

El Huesos piensa trabajar otros meses más porque quiere estudiar la secundaria abierta para convertirse en cargador en alguna empresa.

El mundo de necesidades siempre se instalará dentro y fuera del Viejo Hospital Civil de Guadalajara.

Como su hogar

Lucía Jiménez, de 76 años, trajo a su hija a revisión pues recientemente le dolía mucho la cabeza; le detectaron un tumor que aún no le dicen si es benigno o maligno.

Originaria de Bolaños, la mujer llegó el sábado en camión con tan sólo mil pesos. Al no tener para pagar un cuarto u hotel se queda en las bancas dentro del hospital, del Jardín Botánico o en el suelo. El nosocomio, relata, ya es como su casa.

“Haga de cuenta que hago mi cama en donde haya lugar y no sólo yo, muchos. Pongo una cobija y me tapo con otra. Me levanto y me lavo la cara, me cambio de ropa y como afuera o compro unas galletas. Es mi casa por ahorita”, compartió.

Lucía comentó que hay más madres como ella, dispuestas a dormir en donde sea porque sus hijos se recuperen y agradecen que el hospital las deje tomar un espacio mientras sus hijos están enfermos.

“Hago mi cama en donde haya lugar y no sólo yo, muchos. Pongo una cobija y me tapo con otra. Me levanto y me lavo la cara, me cambio de ropa y como afuera o compro unas galletas. Es mi casa por ahorita”

Lucía Jiménez, Originaria de Bolaños

 

PHM / I