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La UdeG de todos

No se me ocurre, en estos momentos, una figura que haya respondido al nivel de las circunstancias, con todas las incertidumbres de una pandemia jamás antes vista por generaciones actualmente vivas, como la Universidad de Guadalajara. 

Ya ha pasado prácticamente un año de la epidemia en México y esta institución ha estado presente en cada paso que en Jalisco se ha dado para encontrar y ejecutar soluciones que permitan hacerle frente a esta crisis sanitaria. 

Su personal médico, sus hospitales civiles, sus alumnos y profesores, sus trabajadores administrativos, sus expertos, la Mesa de Salud, el rector, los centros universitarios, sus investigadores… pienso en que no hay persona en la UdeG, de las que están involucradas en hacer frente a la epidemia, que no se haya portado a la altura de este reto mayúsculo. 

Hago un repaso rápido en mi memoria y no tengo registro de quejas relevantes en torno a cómo han actuado la institución y su personal durante estos meses. 

La UdeG se ha erigido en una figura a la que los jaliscienses nos hemos podido acercar, ser atendidos y escuchados. No puedo decir (y creo que nadie podría) que todo ha sido perfecto y que no hay atisbo de inconformidad, pero esas molestias de las que he sabido terminan siendo entendibles y hasta razonables cuando se valora la estrategia desplegada en todo el estado. 

La universidad ha levantado la mano una y otra vez con sus recursos –humanos, físicos y económicos– cada vez que se han requerido acciones… Pero también ha levantado la voz cuando, de acuerdo con sus especialistas e investigadores, las autoridades estatales no han tomado las que, a su parecer, son las mejores decisiones para los momentos vividos. 

El rector Ricardo Villanueva no en pocas ocasiones ha sido el portavoz de estos expertos de múltiples áreas –de forma particular de salud y economía–, quienes han señalado los tumbos y las omisiones que, desde sus conocimientos, ha dado el gobierno estatal. Pero lo relevante es que no se han quedado en las críticas, sino que han puesto acción y a cada consideración que califican de inadecuada presentan una propuesta, una salida, otras opciones… 

Sus llamados a la solidaridad y la empatía de los docentes hacia sus alumnos en estos momentos aciagos; la decisión de poner la infraestructura universitaria a disposición de las estrategias, primero de rastreo de casos de Covid-19 y ahora, la próxima semana, de vacunación; la preparación demostrada por sus estudiantes de salud y sus profesionales en cada punto de muestreo, cada hospital y cada salón donde se trabaja para combatir el virus nos deberían llevar a reflexionar el papel y la importancia que tiene la Universidad de Guadalajara en el desarrollo, el crecimiento y, hasta por decirlo de alguna forma, la supervivencia del estado y su gente. 

Desde adecuar un espacio como centro de confinamiento voluntario para quienes están enfermos y no tienen condiciones de aislarse en casa hasta desarrollar una plataforma con la que podemos conocer a lo que nos enfrentaríamos cada uno si llegáramos a enfermar, pasando por el préstamo de oxímetros, las líneas telefónicas de atención profesional, las tomas de muestras a casos sospechosos o el trabajo sin descanso en los hospitales civiles son sólo algunos ejemplos de aquello que, cuando todo esto pase, tal vez nos lleve a ver a la Universidad de Guadalajara con otra perspectiva, revalorando su papel en la historia jalisciense… 

E incluso en algunos años posiblemente quede asentado en los libros que se escribirán sobre la pandemia la importancia que tuvo esta institución para que el estado haya podido sobrevivir y salir de este túnel que, aun ahora, no podemos considerar como salvado. 

Gracias por todo lo hecho y lo que falta. 

Miles. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I