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El cortometraje mexicano Spiritum se grabó en un centro de recuperación de adicciones en Huitzila, “un pueblito perdido” en el centro de México que “ahora tiene repercusión en latitudes tan distantes como Francia porque es el retrato universal de los hombres cuando estamos sumamente perdidos”, afirma su director, Adolfo Margulis.
Al igual que Ramiro, el protagonista de la cinta presentada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2025, Margulis estuvo internado hace 10 años en este centro a las orillas de la ciudad de Pachuca, un lugar en donde “no importa ni la edad ni la clase social ni la orientación sexual”.
“Por eso me ayudó no solo con mi adicción, sino también a reconciliarme con mi masculinidad, ya que al ser un joven homosexual en México he crecido rodeado con una serie de mentiras que me incapacitaron para conectar conmigo mismo y con otros hombres”, explicó.
El creador de Spiritum cuenta que durante la edición 79 del Festival de Cannes estaba impactado de confirmar –con anécdotas de la audiencia– que el dolor en las adicciones es muy alto, pero, al mismo tiempo, es un punto de unión entre las personas que están a miles de kilómetros de distancia.
“Uno de esos días (en Cannes) se me acercó un muchacho y me dijo: ‘Acabo de ver tu corto y por fin entiendo a mi padre, que está internado en una clínica, ahora sé a qué debo confrontarme’”, relata.
Para Margulis este cortometraje se ha convertido en un dispositivo de catarsis en medio de un mundo en el que “no existen espacios donde los hombres puedan romperse, dolerse, abrirse a sus emociones o incluso para que puedan ser abrazados por otro hombre”.
Como contraste a esa contención, el proyecto, en menos de 24 minutos, logra que Ramiro confronte su estado emocional, una habitación interior de la que “ha intentado huir” con el consumo de sustancias.
Sin embargo, la narrativa da un giro que se resuelve con un baile –muy al estilo de Mads Mikkelsen en Drunk (2020)– y el verbo hablado con su guía, a quien llama ‘Padrino’, interpretado el actor Noé Hernández.
Sobre el nacimiento del filme también premiado en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el cineasta confiesa que la idea empezó a germinar cuando estaba internado.
“Me acuerdo perfectamente de estar lavando unas tazas de té, mientras ocurría una de las sesiones en la sala de juntas, y al escuchar a los internos pensaba: ‘si me dedico al cine, quiero hablar de esto’”, rememora.
La grabación ocurrió 10 años después en el centro de recuperación, donde de golpe observó que el consumo en México había cambiado con la llegada del fentanilo y el incremento de consumo de metanfetaminas, el cual en el país norteamericano registra una subida del 35 por ciento.
“Me impresionó que la mayoría de las personas eran jóvenes de entre 16 y 18 años. Cada vez llegaban más jóvenes, incluso de 14 o 15 años con un problema de cristal (metanfetamina) y de fentanilo y eso no se veía antes”, revela.
En cuanto a campañas del Gobierno de México para combatir las adicciones, Margulis dice que “por lo menos hay un intento de hablar del tema”, pero aclara que “no está funcionando debidamente porque no se está yendo al origen del problema”, y es que “las adicciones son una cuestión muy personal e individual”.
"En mi caso", dice, Spiritum es “un intento propio de contar lo que me sucedió a mí esperando que a través de mi verdad las demás personas puedan encontrarse en ella”.
jl/I