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Los gobernadores de Jalisco

Jalisco ha tenido gobernadores que, vistos desde su profesión, algunos eran militares si revisamos la historia de la entidad desde los primeros años del siglo pasado; abogados, los que más predominan hasta ahora, y unos cuantos profesores normalistas, un contador público. Por lo menos cinco de los mandatarios estatales, en el último medio siglo, formaron parte de alguno de los gabinetes federales. Desde la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), el abuelo del PRI, la mayoría han sido militantes del tricolor y sólo tres del PAN. Unos pasaron de la alcaldía de Guadalajara a la gubernatura. Casi todos fueron impuestos desde la Ciudad de México, con la venia del presidente de la República en turno.

Los hay que duraron semanas o meses en el cargo, otros los cuatro años de su periodo y los recientes cumplieron el sexenio. Le apostaron a dos o tres acciones por las que fueran recordados, sin que buena parte lo lograra. Muchas ocasiones capotearon con caprichos, imposiciones y tensiones venidas desde la Presidencia de la República; en otras se plegaron sin más. Durante sus periodos negociaron, solaparon, se enfrentaron o respaldaron totalmente a los grupos de poder locales y nacionales, aunque lo último predominó. Usaron a los grupos sociales organizados, los mangonearon.

Las desigualdades sociales, su fracaso; la inseguridad pública, la falta de acceso a los servicios de salud para todos y siempre cuesta arriba, con enormes rezagos en el ramo educativo, entre sus talones de Aquiles; el control político estricto al mejor estilo virreinal era el sostén de buena parte de su poder. Los tuvimos autoritarios, alcohólicos, administradores, inteligentes, fiesteros, con fama de corruptos, conservadores, liberales, improvisados, masones, católicos de closet, oscuros, profesionales de la política, frívolos, urbanistas, destructores de la urbe, de carácter fuerte o conciliador, y por lo menos uno fue a parar a la cárcel y luego absuelto. Ninguno terminó de pobre.

Los hubo elegidos en las urnas, pero también interinos. Mantuvieron a raya a los otros dos poderes: el Legislativo, sobre todo al tener mayoría en el Congreso local, y el Judicial, al que le impusieron a gente afín y controlaron vía el presupuesto o las normas. Algunos fueron expulsados de sus propios partidos o defenestrados por el Congreso de la Unión. Pocos resultaron memorables, otros olvidables. La mayoría no pasó a la historia, salvo a su historia reciente.

Desde los ámbitos estrictamente educativos, del arte y la cultura, destacaría a dos ex gobernadores, intelectuales de su tiempo. Los cito también porque tal combinación contribuiría a restablecer el tejido social en estos tiempos violentos. Habría que aprender de ellos. El primero, José Guadalupe Zuno, que entre 1923 y 1926 gobernó la entidad. Humanista, impulsor de la cultura y las artes, escritor, profesor, fundador de la Universidad de Guadalajara y de la Escuela Politécnica, promotor del Centro Bohemio en plena época revolucionaria, caricaturista en periódicos y revistas, director de la Facultad de Bellas Artes y director del Museo Regional, entre muchas actividades que realizó, sin incluir lo político como fueron la diputación local o la presidencia municipal de Guadalajara.

El otro gobernador que desde la educación, el arte y la cultura habría también que mencionar fue Agustín Yáñez. Escritor famoso, autor de obras como Al filo del agua, Ojerosa y pintada, La tierra pródiga, Las tierras flacas o Flor de juegos antiguos, entre otras; ensayista, cuentista, secretario de Educación Pública, miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua. Como mandatario estatal impulsó la educación y la cultura. En su cuarto Informe de Gobierno, en 1957, señaló su “arraigada convicción de que la clave de los mayores problemas nacionales es la cultura”.   

Estoy seguro que si se les preguntara ayer o ahora sobre tres libros que hubieran leído, responderían sin dudarlo.

(Nos leemos en enero de 2017).

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