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Se las volvió a aplicar

AMLO se las volvió a aplicar. El presidente acaba de asestarle otro golpe brutal a la oposición. Apenas volvían en sí tras el knockout que recibieron en el ring mexiquense y los volvieron a mandar a la lona. Lo que se formalizó el domingo pasado en el cónclave morenista es una estrategia que el presidente trazó con extremo cuidado con el objetivo de mantener la unidad de sus corcholatas, propiciar equilibrios, evitar fugas y mantenerse como el gran jurado.

Así, AMLO le pintó, una vez más, la cara a la oposición. ¿Por qué? He aquí algunas razones. El proceso comienza el próximo viernes 16 de junio y finaliza el 6 de septiembre de 2023. Durante estas 12 semanas, sí, ¡doce!, la y los participantes deberán registrarse para recorrer el país y hacer campaña abierta a favor de la 4T –pasándose al INE por el arco del triunfo, claro está–, hasta que la candidatura quede definida por una encuesta. El 6 de septiembre habrá una conferencia de prensa para dar a conocer a la o al triunfador.

En poco más de dos meses y medio pasarán muchos imprevistos, pero también sucederán cosas previsibles y calculadas: de aquí al 6 de septiembre no se hablará de otra cosa. La exposición mediática y digital de los cuatro elegidos será brutal. Los medios críticos estarán al pendiente de los golpes bajos, los reclamos, las acusaciones y los dimes y diretes, pero esto, lejos de jugar en contra de la y de los candidatos de Morena jugará a su favor por dos razones: las y los actores de la oposición serán más invisibles aún y les quedará menos tiempo para posicionarse de cara a la elección de 2024.

Las críticas al “modelo Morena” para elegir candidato o candidata no se han hecho esperar. Dicen que es antidemocrático, es verdad, en cierto sentido. Pero, ¿qué decisión partidista respecto a una candidatura presidencial no lo ha sido? El PRI lo decidió por designación directa del presidente en turno hasta que ya no se pudo. El PAN lo hacía a través de un grupo de notables.

Elegir por medio de una encuesta impide que la militancia se exprese, sí y no. El reparto de puestos y la imposición de la o de los perdedores como coordinadores en la Cámara de Diputados y en el Senado atenta contra la libertad de los legisladores para elegir a su líder de bancada, sí. El método enaltece como cualidad principal la popularidad de las figuras y no sus capacidades como gobernantes, no estoy tan seguro. La popularidad de un político o gobernante refleja también la percepción que tiene la gente de su trabajo.

De lo que no hay duda es que el mecanismo dictado por AMLO es a todas luces un proceso que intenta garantizar control y estabilidad internos. Que la o los candidatos perdedores firmen un compromiso para reconocer el resultado y apoyar a la o al ganador es quizá la “cláusula” del contrato que más fácilmente pudieran ignorar la o los contendientes. Pero su intención es bien clara.

Por último –y en tanto la oposición sigue celebrando los resultados de Coahuila–, todo este novedoso método de selección deja muy en claro que el presidente mantiene un liderazgo moral muy fuerte y un alto nivel de popularidad, atributos que le dan poder de decisión dentro de su partido sin que nadie dispute su autoridad. AMLO decidió el método, los requisitos, los aspirantes y los tiempos para seguir controlando su propia sucesión. Es muy probable que le resulte dicho ejercicio, si los candidatos perdedores se suman a la o al ganador. La señal es sólida y definitiva: AMLO va a trascender su sexenio, configurando la alineación del próximo en los cargos públicos más importantes del país.

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jl/I