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Rescoldos de la ‘horripilancia’ de Providencia

Como muchos, el edificio alcanzó una altura indebida gracias al procedimiento que heredamos de la colonia Española: la mordida. Pero en este caso, el grave daño resultó mayor debido a la ineficiencia y el mal gusto de los constructores.

De ello dio fe aquella trabe que se cayó porque no la dejaron fraguar el tiempo suficiente: al parecer había mucha prisa. La gente que vive en la cercanía no puede olvidar la desgracia que fue opacada con inusitada eficiencia y poca humanidad… respecto del pésimo gusto de la enorme construcción basta con darse una vuelta por ahí.

Puede agregarse también la tala de siete arbolotes cincuentenarios que fueron substituidos por unos palos de chisguete que, a unos cuantos años de los hechos, todavía no dan color.

Supongo que la pandemia no debe haber ayudado a su comercialización, pero creo que otras razones dan lugar a que sean muy pocos los departamentos ocupados cuando, según los cálculos de los expertos, a estas alturas ya deberían estar todos vendidos.

Pero hay más que da lugar a que el vecindario piense muy mal de sus constructores. Quedan pedazos de banqueta maltrechos. Uno a mitad de la cuadra y otro en la esquina. Este último conserva incluso una abertura peligrosa y unos desniveles que dificultan mucho el paso.

En suma, puede decirse que todo ello ayuda a corroborar el apelativo de horripilancia con que fue bautizado por los vecinos cuya vida fue alterada sobremanera durante la construcción y la imagen de la zona fue violentada, independiente de que los colindantes la pasaron negras.

Ahora sobrevendrá mayor escasez de agua potable de la que ya se padece cada año. Por fortuna el drenaje no, porque pasa por enfrente.

Uno se pregunta ¿cómo puede defenderse la ciudadanía de tales atropellos? al parecer, según dicen los expertos en chismografía urbana, hay en la sociedad que cometió tan horrible atentado a la estética y a la civilidad, personajes de alcurnia socioeconómica y política a quienes les vale un cacahuate la armonía de la ciudad, máxime cuando ellos viven en otro lado.

A la pregunta de ¿qué puede hacerse? por el momento debemos decir que nada, Aunque lo justo sería obligar a una sensible reducción de la altura, ahora no queda más recurso que la ciudadanía se prepara para evitar desde su origen la erección de un desaguisado de tal tesitura.

Es lamentable que el individualismo de la clase media tapatía no contemple la organización vecinal y la forja de conglomerados que combatan, con la fuerza de la unión, fenómenos de tal naturaleza.

Ante el disimulo de las autoridades, de nada sirven los planes de desarrollo y los acuerdos vecinales para preservar la armonía.

La colonia Providencia nació y creció con un criterio que se preservó durante mucho tiempo, hasta que el poderoso valor de la tierra y la voracidad inmoral de ciertos empresarios y dirigentes, dio lugar a que se destapara la construcción de hórridos mastodontes, de los cuales en esta parte de Providencia al menos, tenemos uno de los “mejores” ejemplares.

Bien decía don Eugenio Garza Sada, modelo de empresario comprometido con la sociedad, que lo peor de Guadalajara eran ciertos empresarios…

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jl/I