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Tus ojos hacen magia

Cuando escuchamos los términos: sociedad, mundo, país, universo, ¿en qué pensamos?

Quizás se nos viene a la mente un montón de personas. Un espacio geográfico. Quizás imaginemos el mapa de la República con sus divisiones de estados. Una constelación de estrellas. Un grupo de escenarios verdes, selváticos. Quizás demos cuenta de la sensación del mar o veamos en nuestra mente animales correr libres y galopantes.

Vemos el mundo con lo que tenemos a cuestas, con lo que traemos consigo, con la mirada del bagaje de nuestra historia. Se dice por ahí que no vemos el mundo como es, sino como somos. Los diferentes oficios, empleos y formaciones académicas de los seres humanos nos muestran que los sentidos se focalizan y nos vamos volviendo expertos en algo e ignorantes en mucho. Escudriñamos los diversos escenarios y damos cuenta de las particularidades desde la interpretación de nuestros sentidos.

Parece que se requiere estar inmerso en los escenarios reales para sentir el frío, el dolor, el hambre, la soledad, la indignación, la confusión y el miedo. Desde el deambular por las redes sociales. Con la escucha del noticiero por la radio. Desde las imágenes de la televisión. La mirada en las notas rojas impresas en el papel periódico. Desde la exclamación de las voces de pueblo. Desde donde pongamos la atención también aparece el impacto.

Diario vivimos muchas vidas, que resulta de pronto avasallador sentirlas, pensarlas, procesarlas, darles cauce, encontrarles un sentido. Los signos parecen que están hechos básicamente para mentir. La simbolización no siempre alcanza. El camuflaje parece una representación estratégica de formas de engaño que operan en direcciones opuestas. Por ello agradezcamos la música, la poesía, el arte. Porque hay que cuidarnos de no morir de realidad. Pero también de no vivir de fantasías.

El escritor italiano Umberto Eco escribió que “quien lee vive al menos cinco mil años: la lectura es una inmortalidad hacía atrás”. Diría por aquí, es una inmortalidad hacia todos lados. Inmortalidad es inmortalidad. No es posible desdecir, deshacer, desandar. Una vez ocurrido el acto, sólo resta asumir el hecho.

Somos el sello de nuestra imagen, el eco de nuestras palabras. Seremos para la posteridad, nuestros actos, nuestros hechos, nuestras opiniones, nuestra forma de ser con los otros, nuestra forma de ser en el mundo. Seremos incluso, todo aquello que no pudimos ser, porque nuestra no respuesta, también nos define.

Vivamos al menos cinco mil años. Alarguémonos la vida. Porque esta que tenemos es poquísima.

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jl/I