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¡Me voy del país!

¿Mudarse de país? No hemos terminado de limpiar el propio desastre y ya queremos hacer las maletas. ¿A dónde vamos? En donde la paz sea la promesa. En donde el equilibrio, la certidumbre y la reflexión sean el camino. En donde los servicios de salud y el salario nos alcance para cuidar los cuerpos y satisfacer los estómagos. En donde el cumplimiento de leyes no sea risible. En donde la corrupción verdaderamente espante. En donde los “sin sentidos” lo tengan. En donde la expresión del “arco del triunfo” tenga otro significado.

En este despliegue de poder irracional sobre el otro, en esta manipulación excesiva por donde se vea, en esta absoluta falta de respeto a la dignidad de los otros, ahí están éstos otros, colgándose con singular alegría todo lo que les ponga, al fin y al cabo ya tenemos un infinito catálogo de heridas a las cuales recurrir para justificar nuestros actos, nuestras omisiones, nuestra irracional forma de actuar.

¿En realidad elegimos con sabiduría? Y no considerando una, otra u otra opción, sino desde el lugar del razonamiento, del conocimiento, de la previa investigación, del anticipado análisis, de la autocapacitación sobre si poner palomita y tachita. ¿De verdad nos sabemos lo suficiente a sí mismos para comprender y poder explicar nuestro propio proceder en el magno día? ¿Desde dónde elegimos los seres humanos? ¿Con base a qué elegimos? ¿Qué nos motiva a elegir una opción y no otra? ¿Con que libertad o imprudencia opinamos?

Las neurociencias quizás involucrarían a los neurotransmisores y el psicoanálisis al inconsciente. Algunas ciencias a lo innato, otras a lo adquirido. La filosofía seguramente desmenuzaría en siete partes cada cuestionamiento y nos darían las 10 y las 11, los 12 y la 1, las 2 y las 3. Y está bien. ¿Qué sería del misterio de la interpretación de la conducta humana, de los avances y la evolución social si no tuviéramos aún la capacidad de asombro respecto a la individualidad y el colectivo?

En el escrito de Freud titulado Psicología de las masas, el psicólogo McDougall opina que los efectos de los hombres difícilmente alcanzan bajo otras condiciones la intensidad a la que pueden llegar dentro de una masa y en verdad es una sensación gozosa para sus miembros entregarse así, sin barreras, a sus pasiones y de ese modo confundirse en la masa, perder el sentimiento de su individualidad.

¿Y ahora? ¿De nuevo todos amigos? ¡Anda! Cancela tu vuelo. Toma una ducha. Respira. Recupera tu individualidad. Aprende del colectivo.

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jl/I