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Diciembre: el amor y tu ausencia

La forma más elevada de amor es ser el protector de la soledad de otra persona

Rainer María Rilke

He aquí todos sintiendo la vida, esa que nos inventamos. Esta que continuamos construyendo en cada despertar. Hace frio, se avecina el invierno y con él las memorias de todo aquello que ha tocado nuestro corazón, no sólo en este año sino en la vida. El recuerdo de todo lo que nuestros sentidos han logrado percibir. Con la inevitable interpretación de lo que vamos siendo y con lo que creemos que los demás han sido. Son tiempos de gratitud, de cierres y de ciclos. De finales inciertos que inevitablemente anuncian otros nuevos comienzos.

El calendario da cuenta del transitar del tiempo y se vuelve necesario ser generosos con nosotros mismos y confiar que lo hemos hecho bien, que hemos creado otro capítulo en la historia, nuestra historia. Me parece que siempre hay que diseñar formas que le den sentido a nuestra existencia y procurar ser conscientes, cada día un poco más, del gran invento que somos. Deseo que por sobre todas las cosas nos permitamos experimentar una de las libertades humanas más sutiles: la posibilidad de elegir nuestra actitud ante los aconteceres de la vida.

He visto seres habitando las cloacas, yo misma he habitado la mía. He sido testigo de tremendos actos de resignificación y resiliencia. He visto madres abrazando la vida tras la pérdida de una hija. He visto hombres compartiendo una sonrisa mientras esconden su corazón roto por la desaparición de una hija. He escuchado niños amando tanto a sus padres que los justificaron cuando recibieron su maltrato y negligencia. He observado un grupo de niñas hacer comunidad ante el infortunio de una de ellas. Así es como todos y todas inevitablemente nos vamos volviendo muy nuestros.

Deseo que aprovechemos las notas gélidas del invierno y aprendamos a mirar con acierto nuestro andar. Que logremos sabernos entre las pausas de la cotidianidad que habitualmente nos invitan a la desmesura. Deseo que encontremos abrigo en nuestra propia consciencia. Que aprendamos a paladear el transito singular de nuestra existencia. Somos viajeros, atendamos con profundidad nuestro mundo interno para entonces ser sensibles a los mundos del otro, de los otros. Deseo que logremos abrazarnos tanto que sintamos las ausencias integrarse a nuestro ser. Que la comprensión de nuestra finitud nos alivie la postergación y nos invite a comprometernos con nuestros anhelos más profundos.

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 jl/I