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Estamos hechos de otras vidas

Bienaventurados los que saben que detrás de todos los lenguajes, se halla lo inexpresable

Rainer María Rilke

 

Aunque el resto del mundo pueda estar en desacuerdo, sostén con orgullo tu creencia de que la tierra es un lugar hermoso

Kurt Vonnegut

 

Las noticias impregnan los oídos de ruidos rojos. La televisión contribuye distorsionando la mirada con imágenes amarillas y con neblina. Los seres humanos deambulan entre estos colores, sensaciones y circunstancias. Y de alguna forma se las arreglan para transitar lo que va apareciendo. En la medida de lo posible van destinando espacios para sentir y paladear el presente. A mayor o menor consciencia podrán hacer elecciones. Qué sentir. Qué escuchar. Qué ver. Y por cuánto tiempo. Hay que correr el desafío de revisar qué mundos deseamos tocar.

En este mundo amplio y diverso cohabita lo impronunciable, el amor, lo caótico, la armonía, la revolución, la calma, el fuego, el viento fresco, la pobreza, la amistad, la enfermedad, la familia, los exámenes, la meditación, las preocupaciones, las sonrisas, la muerte, la luz, las lágrimas, el algodón de azúcar. Así como va, se complica escribirlo, leerlo y, sobre todo, vivirlo. Así, de esa forma agridulce, tan extravagante y sutil, se va entremezclando el ahora.

Los enamorados que extravían el sentimiento.

Una niña con el brazo fracturado.

Un joven recién graduado desempleado.

Una adulta mayor enmudeciendo su tristeza.

Un hombre que no sabe que en su matrimonio no hay nada más que encontrar.

La adolescente que odia su cuerpo.

El artista que no se le vendió su obra.

Una mujer feminista.

El poeta que no encontró más inspiración.

Un cólico menstrual.

Una familia violenta.

Un negocio en quiebra.

El reflejo en el espejo.

Una canción triste.

Un ser humano confundido.

Una mujer. Un hombre. Que se hacen preguntas.

Si bien no podemos detener el mar con las manos. También hay que aprender a ponernos un freno. Y no sobre las realidades ya dadas, sino sobre la atención consciente y sobre la mirada e interpretación que le damos a los hechos que se vuelven historia y se anidan en nuestros cerebros.

La neurociencia recomienda recurrir a la “calma mental”, científicamente llamado “silencio neuronal”, que se vincula al bienestar. Encontrando que una mente divagante es una mente infeliz, es decir, el ajetreo mental genera ansiedad. Procuremos el silencio, regulemos la atención y las emociones, para así fortalecer las zonas de la planificación y la creatividad. Este mundo surrealista necesita a los mejores artistas.

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jl/I