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Porque nos la quitaron
En 2019, el gobernador de Jalisco presentó su Estrategia Integral para la Atención a Víctimas de Desaparición, anunciando que tocaba “actuar con quienes engañaron a los jaliscienses, mintieron y generaron desconfianza de la sociedad y las instituciones del Estado”. Por primera y última ocasión, el mandatario se dirigió hacia familiares de personas desaparecidas de forma directa, sentándose en un círculo, con la disposición de escucharlas. Si bien fue un momento esperanzador y simbólico que podría haber marcado una ruta distinta, las expectativas pronto se desvanecieron. Desde 2019, Alfaro nunca más se ha colocado al lado de las víctimas, y las puertas de Casa Jalisco han permanecido cerradas.
A partir de entonces la cifra de personas desaparecidas en Jalisco se ha duplicado, y las familias, desgastadas en grandes promesas, han dejado de esperar resultados, anhelando el cambio de gobierno.
Como era de esperar, la próxima administración anunció su nueva estrategia, impulsando un modelo de Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas que fusiona la búsqueda, inteligencia, seguridad pública e investigación criminal, sin dimensionar sus implicaciones, y con nula participación de las familias.
Ahora, de manera sorpresiva, el futuro secretario de gobierno asegura que “la primera estrategia” para atender el tema será escuchar a las familias. El martes pasado se sostuvo el encuentro del equipo de transición con representantes de seis colectivos, para recibir sus inquietudes, y evaluar el funcionamiento de las autoridades encargadas del tema.
Aunque a simple vista estas acciones podrían interpretarse como positivas, sus matices hacen cuestionar la intención real detrás. Primero, se anunció públicamente que las reuniones con las familias iban a sostenerse a mediados de noviembre. Segundo, el espacio iba a realizarse con Pablo Lemus, y en el último momento, modificaron hora y lugar. Tercero, desde el inicio, el proceso fue poco claro, serio y transparente. Además, directamente después, se difundió de forma masiva un boletín informativo, promocionando la apertura del siguiente gobierno.
A esto se suma que al espacio no fueron invitados varios colectivos con reconocidas trayectorias en materia de búsqueda, ocasionando incertidumbre, desconfianza y molestia. Por Amor a Ellxs y Luz de Esperanza denunciaron las prácticas de exclusión, y llamaron a tomar con seriedad y transparencia los procesos de diálogo con las familias.
No convencen las respuestas institucionales que la primera reunión fue solo preparatoria y se harán más espacios para sumar todas las voces. ¿Por qué desde el inicio no se pudo realizar una comunicación oficial previa y certera con todos los grupos de víctimas? ¿Sería deliberado generar la impresión en algunos colectivos que se les había excluido por ser incómodos?
La tendencia de las autoridades de dividir y fragmentar la lucha de las familias no es nueva, y si esta es la apuesta del próximo gobierno, van por buen camino. Estas formas alimentan divisiones, desigualdad y desconfianza entre los grupos de víctimas, atrapados en la dinámica de manipulación.
Lo rescatable, sin embargo, es que varias familias salieron de la reunión, con voto de confianza. La lucha de familias es lucha de amor, no un juego político, y sus expectativas han sido postergadas demasiado tiempo. Ojalá las promesas de “abordar los temas con mayor cercanía y profundidad” no sean sólo una apariencia y la historia no vuelva a repetirse. En palabras del colectivo Guerreros Unidos: “Esperamos de todo corazón que exista congruencia entre el decir y el hacer”.
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jl/I