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Los López amparándose
Porque nos la quitaron
La Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, ha sido el escenario de disputas por el poder en Argentina. Fue una mujer de origen obrero, Azucena Villaflor, quien desafió la represión de la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976. Animó a otras madres que buscaban a sus hijos desaparecidos a exigir respuestas: “¡Queremos saber dónde están nuestros hijos! ¡Vivos o muertos!”.
Como el régimen prohibía reuniones de más de tres personas, las mujeres idearon una estrategia: marchar en círculo tomadas del brazo. Esta acción les valió el despectivo mote de “Las locas de la Plaza de Mayo”, asignado por el gobierno de Rafael Videla.
La primera marcha de estas madres se realizó el 30 de abril de 1977 con 14 mujeres. A medida que la represión continuaba, el grupo creció y adoptó un símbolo distintivo: un pañuelo blanco en la cabeza, confeccionado con tela de los pañales de sus hijos, en un acto de resignificación del amor materno. Este símbolo trascendió las fronteras y se convirtió en un emblema de la lucha por los derechos humanos.
El régimen intentó acallar a las madres con represión. El caso más brutal ocurrió el 8 de diciembre de 1977, cuando un grupo de la Marina secuestró a Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce, tres de las fundadoras del movimiento. Sus cuerpos fueron hallados semanas después en la costa. Fueron arrojadas vivas al mar, en los llamados “vuelos de la muerte”. Aun así, el movimiento siguió vivo.
Cecilia Vallina describe así la Ronda de la Plaza de Mayo en el Diccionario de Memoria Colectiva (Gedisa, 2018). El lunes, en conmemoración de aquel 24 de marzo, miles acompañaron a las ahora Abuelas de la Plaza de Mayo a recorrer las calles de Buenos Aires. Quieren que Javier Milei detenga su intentona por el olvido. El ultraderechista ha puesto en la mira las instituciones creadas para la memoria y los derechos humanos.
Para esta columna revisé el Informe Nunca Más, liderado por Ernesto Sabato y la comisión que documentó 30 mil casos de desaparición forzada. Llamar “locas” a estas mujeres no fue fortuito. Desacreditar a los luchadores sociales es parte de la estrategia del poder para deslegitimar movimientos sociales.
Eso ha empezado a ocurrir a partir del hallazgo en el centro de exterminio en Teuchitlán. Como también pasó en Ayotzinapa en 2014: la lucha del poderoso por deslegitimar y olvidar. Crear una historia oficial y pasar página.
Las madres buscadoras están aglutinadas en ya casi 70 colectivos que buscan a sus hijos en un país como México, que se ha convertido en una fosa. Las quieren callar, amedrentar, desmovilizar. Tan sólo basta ver los memes, los videos que circulan en redes sociales, mostrando los rostros de las madres, junto con frases fuera de contexto e incluso con los supuestos videos del crimen organizado con amenazas veladas en su contra.
Las madres de la Plaza de Mayo y las buscadoras de México nos han enseñado que su misión es más poderosa que cualquier régimen. Que no importa quiénes detenten el poder, la resistencia y su lucha seguirá hasta encontrarles.
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jl/I