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Museo y vestidos en una casa de Barragán

Recuperación. La casa tendrá de nuevo el color rosa mexicano dictado por Luis Barragán, y su vocación de puertas abiertas es para que la gente tenga comunicación directa con ella. (Fotos: Alfonso Hernández)

Antes, los libros se apilaban en la biblioteca de la casa construida por Luis Barragán. Después, destruyeron los libreros, los muros y hasta el piso. Ahora, intentan reconstruirla y abrir un museo y una boutique. Es la casa José Arriola Adame, que después de años de dañarla, la quieren rehacer a como era. 

Ubicada en la avenida De las Rosas 543, la casa fue construida por Barragán en 1952. El arquitecto, único mexicano ganador del premio Pritzker, la construyó por  encargo para su amigo, el abogado José Arriola Adame. Entonces, el artista vivía en la Ciudad de México y la casa es de los pocos ejemplos en Jalisco de su tercera y última etapa creativa.

En 2016 está bajo un proceso de restauración que pretende llevarla a su estado original, o acercarse a él. Los trabajos los coordinan los arquitectos Alfonso Gutiérrez y Michelle Gutiérrez quienes abrirán, a finales del mes, un espacio de exhibición permanente junto con una boutique de renta de vestidos de fiesta.

La idea es que todos puedan entrar “además de que la gente venga a una boutique, podrán venir a comprar o conocer el espacio de museo en visitas guiadas”, dijo en entrevista el arquitecto Gutiérrez.

Pasos atrás

La casa, reconocida por la Secretaría de Cultura de Jalisco (SCJ) como Inmueble con Valor Artístico Relevante, ha sufrido cambios y deterioros durante años. En 1970 la partieron en dos para convertirla en el Colegio de Jalisco. Después, la hicieron estudio de televisión de TV Azteca, y en 2013 funcionó como restaurante. En este último uso fue cuando sufrió más modificaciones.

La fachada estaba semidestruida y no le quedaba nada de rosa mexicano, su color original. Le abrieron ventanas. Le instalaron vigas de hielo seco. Taparon el jardín principal con un tejabán donde pusieron una cantina. Montaron un asador de borrego justo donde se encontraba la escalera. Y cubrieron el piso original con suelos de cerámica, según el arquitecto Alfonso Gutiérrez

Los autores no sólo fueron los arrendatarios. En las modificaciones tuvieron responsabilidad tanto la Secretaría de Cultura como el gobierno de Zapopan. Ambas dependencias alegan que “no se cuenta con un presupuesto para la conservación de Inmuebles con Valor Artístico Relevante”, de acuerdo con las solicitudes de información DPAH/95/2016 dirigida a la SCJ y 2785/2016 al Ayuntamiento de Zapopan. No hay presupuesto para las casas del mejor arquitecto de México.

Aun así, la obligación de las autoridades es asesorar para que las casas con valor patrimonial sean rentables y promover su uso adecuado, según el arquitecto Ignacio Gómez Arriola, conocedor de restauración y de la obra de Barragán. El problema, dijo, es que las casas son privadas y el dueño puede hacer lo que quiera con ellas, restaurarlas o no. 

En este caso la casa se modificó y dañó aunque lo prohíbe la ley y los reglamentos.

El purgatorio de los trámites

Restaurar una casa no es sólo quitar pisos y muros. Son también filas y trámites. Los Gutiérrez empezaron por solicitar el permiso a Zapopan. Les dijeron que primero había que pedir una inspección en la Secretaría de Cultura. Esperaron a que llegara el inspector a la casa. Semana y media después, ya con la inspección, fueron a la Secretaría de Cultura a pedir permiso de construcción.

Hicieron fila y citas con algún arquitecto a cargo y les dijeron que no. Había que entregar planos, fotografías y la propuesta detallada para intentar convencerlos. Fueron al día siguiente con el papeleo listo y los regresaron porque les hacían falta más planos y fotografías. Volvieron con el papeleo completo. El purgatorio iba apenas a la mitad.

Casi 21 días después les aprobaron el proyecto y los mandaron a formarse a Zapopan. Presentaron el papeleo aprobado y esperaron la respuesta de Inspección y Reglamentos para evitar multas por falta de comunicación. Después de cuatro meses, con todos los sellos, firmas y permisos, pudieron empezar a trabajar.

El proceso fue rápido, tienen amigos en el gobierno.

“Si amigos de Barragán y amigos míos no estuvieran en el gobierno, esto no se hubiera hecho. Porque de entrada lo que recibimos fue un no”, dijo Alfonso Gutiérrez.

Los artículos 40 y 36 de la Ley de Patrimonio Cultural del Estado de Jalisco y sus Municipios obligan a que cualquier intervención sea autorizada por la SCJ y que las restauraciones sólo se aceptan cuando respeten la autenticidad del inmueble.

Sí se pueden modificar, pero se tiene que respetar. Sin demoliciones. Sin añadiduras. Sin pisos de cerámica. Y sin asadores de borrego.

La Secretaría de Cultura autorizó el proyecto (DPAH/18/2016) el 27 de junio; aceptó que la casa estaba en mal estado, y les propuso cambios:

La fachada, que por años fue roja y descarapelada debía volver al rosa mexicano original. La cochera donde se formaban los carros según las líneas amarillas pintadas debía recuperar el jardín que tenía en un principio. Y el patio central, donde tal vez leyó alguna vez el abogado Arriola, tenía que ser recuperado tal como era antes, según los registros.

Para conocer la casa, el arquitecto Alfonso Gutiérrez y su hija Michelle buscaron fotografías y planos originales, libros y archivos; contrataron al grupo de decoración MUMO; se asesoraron con el arquitecto Juan Palomar, cofundador de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, y se entrevistaron con el nieto de José Arriola. 

Restauración

Luis Barragán nació en 1902 en una casa acomodada y católica de Jalisco. Se graduó de ingeniería, pero desde los 24 años se interesó por la arquitectura y comenzó a construir. En Jalisco hay más de una decena de sus obras, aunque actualmente la suerte de ellas es dispareja. O están abandonadas o están restauradas.

Por un lado hay proyectos de restauración como la Casa González Luna o ITESO Clavijero y la Casa Cristo, hoy Colegio de Arquitectos de Jalisco. Por el otro, están los ejemplos como la Casa Robles Castillo que, incluso, con la asesoría adecuada la idea de hacerla taquería pudiera funcionar como un espacio de homenaje.

En este caso la familia Gutiérrez tenía prisa y decidieron hacer toda la restauración por su cuenta. Se dicen afortunados. Todos los días, hasta los sábados, trabajaban a puerta cerrada. Destruyeron los muros de tabla roca y descubrieron los de 1952. Salieron los tejabanes y cubrieron las ventanas extra. Levantaron los pisos de cerámica y descubrieron los colores originales que instaló Barragán. Quitaron los arcos sobrepuestos en el jardín y construyeron la escalera que una vez conectó la planta baja con la azotea. Hace un par de semanas decidieron abrir las puertas y pintar la fachada del rosa característico. Al día siguiente amaneció con grafiti.

Presente

Guadalajara no quiere bien a sus grandes hombres, dijo el arquitecto Ignacio Gómez Arriola.

La única ayuda que ofrece el gobierno es el descuento al impuesto predial para los dueños de las casas bien conservadas. Antes existían otras, dijo la arquitecta Claudia Macías Bugarini de la Dirección de Ordenamiento del Territorio. Había concursos para fincas con valor patrimonial; programas en los que el gobierno ponía el material y la pintura, o uno antigrafiti donde pintaban las fachadas de cada casa.

El incentivo, dijo, depende de cada administración y su presupuesto. Esta vez, son sólo tres personas las que trabajan en la dirección. Tres personas que se dedican a monitorear los 18 polígonos de Zapopan y proteger las casas y las zonas arqueológicas. Tres personas que crearon un plan de conservación para el Centro Histórico y que esperan tener dinero para hacer más. Tres personas que no tienen presupuesto y le piden a otras direcciones como la de Cultura o la de Promoción Económica.

“Tratamos de agilizar los procesos lo más que se pueda y en algunas ocasiones se dan prioridades a otras situaciones. Sí se han perdido muchos inmuebles, pero también se logran salvar otros”, explicó Macías Bugarini.

Del lado de Cultura hay un programa de educación sobre la importancia del patrimonio, según Julio César Herrera, director de Patrimonio Artístico e Histórico de la Secretaría de Cultura.

Y el grafiti todavía aparece en las fachadas y las casas se demuelen.

Para Barragán, el espacio ideal debía ser mágico, que sirviera como refugio de la ciudad. Su casa, la José Arriola Adame, bloquea el ruido de los carros al cruzar la puerta. En el pasillo principal corre aire fresco y dirige al visitante al cuarto más grande, la antigua biblioteca. Tiene los techos altos y el piso original es fresco, para quitarse los zapatos. Al fondo está el jardín que abarca casi un tercio de la casa y que a ese punto, pareciera que las calles ya no existen. Como que debajo del escombro y los muros sobrepuestos se mantiene su idea de escapar.

 

Colaboración especial de Katia Diéguez

 

“Si amigos de Barragán y amigos míos no estuvieran en el gobierno, esto no se hubiera hecho. Porque de entrada lo que recibimos fue un no”,
Alfonso Gutiérrez, arquitecto

“Tratamos de agilizar los procesos lo más que se pueda y en algunas ocasiones se dan prioridades a otras situaciones. Sí se han perdido muchos inmuebles, pero también se logran salvar otros”,
Claudia Macías Bugarini, voz de la Dirección de Ordenamiento del Territorio

EH/I