INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Los años

Recomiendo envejecer acompañada. Si una empieza a ver más cercana la menopausia, si una se comienza a llenar de canas, si las arrugas se notan a más de un metro de distancia, si alguna antigua lesión ya duele cuando va a aparecer el frío, lo mejor es estar rodeada de aquellas personas que nos quieren.

No, no exagero.

Comenzamos a envejecer en el momento en que nacemos. Y es curioso cómo los idiomas arrojan luz sobre la manera de entender el mundo y el entorno. En español preguntamos un “¿cuántos años tienes / cumples?”, pero en sueco nos sueltan un “hur gammal är du?” o en inglés un “how old are you?”, cuyas palabras unitarias gammal y old refieren una traducción literal sobre la antigüedad o la vejez de alguien en esta tierra. Estamos viejos, somos antiguos, aunque nuestra respuesta sea “dos años”.

Recomiendo envejecer acompañado. Porque los abrazos con cariño nos dan aliento y porque las palabras de aprecio nos calientan el corazón. Porque los obsequios, sin importar el precio o el tamaño, nos hacen sentir queridos, considerados. Y porque esos regalos no siempre vienen envueltos y con un moño, sino son compartir una fotografía o un recuerdo, una comida deliciosa o una bebida; entregar tiempo, lo más valioso, porque ese no vuelve.

No, no echo mentiras.

Nos damos cuenta del valor de todo ello conforme la vida nos pasa encima sin piedad. No tiene empacho en arrebatarnos a un ser amado, no se preocupa por dejarnos sin trabajo, no tiene consideración si te toca ese día, cualquiera, perder tu bien más preciado. Y entonces volteas y, en algún punto, logras apreciar todos esos obsequios, materiales o inmateriales, que los otros, aquellos que no te dejan ni en tus peores momentos, te otorgan.

Recomiendo envejecer acompañada. Que siempre puedas recurrir al bullicio de tus amistades, que sea posible refugiarte en los brazos de las personas que amas, que te permitas pasear con tu perro, disfrutar del ronroneo de tu gato, escuchar las risas de tus hijos, de tus sobrinas o de aquel niño que te ve con gusto.

No, no te engaño.

Porque estos pequeños gestos nos traen, a veces sin saberlo, pequeñas felicidades. Porque no hay modo de hacer de la felicidad –como tampoco de la tristeza– un estado permanente; porque es huidiza y se escabulle con facilidad entre los dedos, por lo que no queda opción más que reconocer y tomar a esa felicidad cuando se presente, con la certeza absoluta de que no durará mucho.

Recomiendo envejecer acompañado. Que los libros y la música y el cine, que el arte sea un oasis en medio del desastre. Que el concierto al que siempre quisiste ir sea por fin ese deseo hecho realidad, que la serie que tanto has esperado te llene de emociones, que tu escritora favorita por fin termine esa obra de la que tanto ha hablado y la puedas tener en tus manos.

No, no es asunto menor.

Porque tal vez alimentando el alma y la mente podamos ser un poco mejores cada día. Porque podríamos encontrar allí motivos para seguir adelante, para crecer, para no desfallecer cuando la adversidad se nos muestra de frente. Porque no son pocas ni desconocidas las historias de aquellos que encontraron en un libro o un disco las razones necesarias para continuar en la carrera contra el tiempo.

Recomiendo envejecer acompañado. Comer tu platillo favorito cada que tengas oportunidad, tiempo, ganas, dinero. Escuchar tu canción preferida a todo volumen cuando la asfixia de tu cotidiano día sea demasiada. Estirar tus músculos, respirar profundo para sentir tus pulmones y cómo el pecho se abre a la vida. Tener de compañía a personas que te nutran, te alienten, te den perspectiva.

Porque si seguimos en este caótico mundo, lo mejor es hacerlo de la mano de otros.

En compañía.

@perlavelasco