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La Fuente: la de la bici y otras historias

Y DESDE ENTONCES. La cantina antes se ubicaba en Hidalgo, pero en 1950 se cambió a su actual sede. (Foto: Especial)

Una enorme estructura de madera que asoma las cicatrices de los años y un olor a alcohol que se distingue a metros de distancia reciben a cada uno de los visitantes de la cantina La Fuente que van en búsqueda de un trago o que simplemente gustan de asomarse a ver la bicicleta, esa que habla por sí sola de la historia del lugar y que es todo un emblema.

Ubicada en el número 78 de la calle Pino Suárez, en el Centro de Guadalajara, la cantina tiene una enorme tradición que data de 1921, fecha desde la que la estructura referida y objetos del lugar se conservan.

Al interior hay varias mesas circulares de madera curtidas por los años, un antiguo piano y una ancha e imponente barra repleta de distintas bebidas, que es como el paraíso para todos lo que entran y, en la parte superior, en un arco,  se muestra la vieja y empolvada bicicleta que le da identidad al sitio.

La cantina ha sido hogar de decenas de historias de literatos, artistas, periodistas y políticos, pero también de todo aquel que pasó un buen rato en el lugar, o hasta de los que decidieron ahogar sus penas en el alcohol. El lugar habla por sí solo.

Ignacio, el más antiguo y reconocido de los trabajadores de la cantina, saluda a todo aquel que ya es cliente frecuente y hasta se avienta una que otra broma para amenizar el rato. La Fuente se ha convertido en su casa.

Los inicios

Don Florencio López Mariscal inauguró el negocio en 1921. Primero se ubicó en Hidalgo, pero en 1950, cuando se conformó la ‘cruz de plazas’ en el Centro tapatío, se cambió a su actual localización para, años después, en 2000, ser ampliada.

Antiguamente, al lugar sólo entraban hombres y se podía jugar dominó, cubilete y otros juegos de azar. Don Ignacio recuerda que fue hasta la década de los 80 cuando se permitió el acceso a mujeres, lo que benefició al lugar.

“Cuando la mujer entró, la cantina se fue para arriba, pues ellas hacían todo; por ejemplo, el primer cuadro que aquí se tuvo fue de una mujer que se ganó hasta premios. Otra, es Lucía Maya, quien pintó toda la cantina, pero se cayó y sólo quedó la parte del arco donde está la bici (…) y hasta una que se llevó al Cabañas la bicicleta”, recordó Ignacio.

Por la tradicional del sitio, se han visto en la necesidad de conservar muchas cosas, como lo son las bebidas: “Así lo queremos, todo original. Es la tradición. Sin la clientela, en la que va incluida la mujer, esto no sería lo que somos”.

Los sucesos

Entre las anécdotas que acumula la cantina, hay algunas que destacan, según contó Ignacio a este medio

“Fíjate que una vez le prestamos la cantina a unos periodistas, cuando se le decía ‘el cuarto poder’. Todavía no entraba la mujer. (Antes) a ellos se les premió en el Cabañas y regresando (para acá) yo estaba cuidando en la puerta, cuando en eso pasa una mujer y dice: ‘fuchila, huele a pinol' y era obvio, pues acabábamos de limpiar, pero luego ella se metió, y para no hacer largo el cuento, eran las 2 de la mañana y no la podíamos sacar; le quitó el mandil a un mesero y se puso a atender a sus amigos encantada en la barra”.

“‘Ahora entiendo por qué el hombre viene a la cantina, pues se pasa un rato agradable; buena charla, buena música, buena copa’” fueron las palabras de otra mujer en su primera visita, rememoró Ignacio.

Además de estas anécdotas, el trabajador del lugar indicó que una visita que resaltó de otras fue la de los primeros actores Silvia Pinal e Ignacio López Tarso, quien quedó maravillada del lugar: “Dicen que su mamá se tomó 10 whiskys, bailaron, cantaron y se la pasaron de maravilla”.

Dejando de lado los aconteceres del día a día y las visitas de famosos, La Fuente ha sido también casa de muestras del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) y otros eventos importantes.

La historia del piano

“Cuando se separó de un grupo, un músico muy enamorado me dijo que comprara un piano y que me llevaría con alguien que lo tocara. Fue el señor Eliseo, de 80 y tantos años, quien aceptó tocar; sin embargo, era medio invidente, así que íbamos por él y lo regresábamos a su casa todos los días. Cuando no se sabía una canción pedía que se la tararearan y la sacaba, y si no (la lograba tocar), les decía que los veía mañana”.

No obstante, el hijo del pianista iba en ocasiones a La Fuente a reclamar que fueran a matar a su padre, pues le daban vino: “Siempre le dábamos poquitito vino y quedaba a gusto, pero a veces gritaba: ‘¡Meño!, me estás haciendo tarugo, esto no tiene vino’, y le dábamos un poco más. Yo me lo bromeaba y le decía que estábamos cerca del Colomos y se imaginaba todo muy bonito”.

El origen de la bicicleta

Muchos dicen que fue el pago de uno que bebió y no tenía dinero y otros que alguien la olvidó; sin embargo, la historia real de la bicicleta de la cantina es que fue olvidada por un ferrocarrilero en 1957 que fue a beber, pero al que no se le dio el servicio por estar borracho.

“El señor se fue y nunca volvió. Lo buscaron por medio de la placa, pero no se le encontró. Nosotros la colgamos en uno de los arcos donde estuvo hasta 1985 y luego la pusimos en donde está. A la gente le empezó a gustar y conocen la cantina como la de la bici. Antes si andabas en bici eras pobre y si tomabas tequila eras corriente, ahora son hasta deportistas y ecológicos”, explicó don Ignacio, empleado del lugar.

Reconoció que hay cientos de anécdotas en torno a la bici, pero añadió que prefieren guardar el suceso real: “Una vez la limpiamos, es una Rally; desde ahí, no se le ha hecho nada más, pues es nuestro símbolo”. Daniela Rodriguez

“Cuando la mujer entró, la cantina se fue para arriba, pues ellas hacían todo”
Don Ignacio, trabajador del lugar

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