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30 años

El cardenal Juan Jesús Posadas fue asesinado de 14 tiros disparados a poca distancia, en el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara la tarde del 24 de mayo de 1993. A 30 años de este asesinato, la impunidad, uno de los cánceres sociales de México, persiste.

Para el historiador y cronista Pbro. Armando González Escoto, si el asesinato del cardenal Posadas hubiese sido obra de un solo hombre, ya se conociera desde hace mucho tiempo su nombre, y argumenta que “cuando es el sistema en el poder quien actúa, difícilmente puede darse con los responsables, tal y como sucedió con el asesinato del presidente Kennedy y de muchos otros personajes”.

En este artículo, resaltamos algunos aspectos relacionados con la vida y obra del cardenal Posadas como pastor en Guadalajara. Entre ellos, destaca, que trabajó con algunos obispos ante el gobierno del presidente Carlos Salinas para el logro de dos hechos importantes:

Primero, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el Estado Vaticano y México, y segundo, la creación de un nuevo marco legal para la Iglesia, lo cual dio la espalda a 135 años de rencores, guerras y simulaciones, con la modificación al artículo 130 constitucional, que normaría la nueva relación Iglesia-Estado, que específicamente señala que el Congreso no puede dictar leyes estableciendo o prohibiendo religión alguna.

El señor Posadas valoraba realmente a los sacerdotes, y por ello, renovó y proyectó una nueva comisión para la formación permanente del clero, en diversos campos, tanto sociales como pastorales, modelo, que pronto se convirtió en referente nacional. También tuvo la iniciativa de crear el Albergue Trinitario, para sacerdotes enfermos y ancianos, y la Casa Alberione, para su atención espiritual y mental.

Para el cronista González Escoto, el cardenal Posadas “fue un buen hombre, honesto, trabajador, cercano a la gente y al presbiterio, de gran fortaleza ante la frustración y el rechazo, generoso y confiado, quizá en demasía”.

En su homilía de las exequias de Posadas Ocampo, el cardenal Eduardo Pironio, argentino, quien fue secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano, en la Catedral de Guadalajara, el 27 de mayo de 1993, expresó:

“No he venido a predicar una “resignación pasiva” frente a una “violencia irracional y absurda”, “una violencia injustificable” y “execrable” que todo lo destruye. He venido, en nombre del Santo Padre, a compartir calladamente el dolor del pueblo mexicano, herido por la muerte de un pastor ejemplar y otras seis víctimas igualmente inocentes. He venido a orar con ustedes por la paz de México y de América Latina”.

Siendo obispo de Tijuana (1970-1982) el Juan Jesús Posadas Ocampo, escribió en marzo de 1980, una carta al vicario de la Arquidiócesis de El Salvador:

“Ilustre Señor. Desde el lugar más lejano de la República Mexicana, que es la ciudad de Tijuana, donde éste servidor es indigno obispo residencial, me dirijo atentamente a usted para expresarle a nombre propio y a nombre de todo el presbiterio y de los fieles de la diócesis, mis sentimientos de más profundo dolor ante la trágica muerte del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, cuyo vil asesinato ha causado consternación a todo el mundo” …”Ofrecemos nuestras oraciones sobre todo porque reine la justicia y se establezca la paz en el admirado país hermano de nuestra Patria, la heroica República de El Salvador”.

Don Juan Jesús Posadas Ocampo gobernó poco tiempo la arquidiócesis de Guadalajara, pero fue mucho y de mucha trascendencia lo que realizó en los seis años que permaneció en Guadalajara.

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