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Aunque se enojen en el centro
Justificación
Del 28 de abril al 2 de mayo los obispos de México celebraron la 118.ª asamblea. Una de las jornadas más conmovedoras de la Asamblea de los Obispos de México se desarrolló la mañana del 30 de abril, donde una madre buscadora, una joven y una defensora de derechos humanos compartieron ante los obispos del país sus testimonios de dolor, esperanza y exigencia de justicia.
María Herrera, madre de ocho hijos, de los cuales cuatro están desaparecidos, expuso su testimonio desgarrador. Su voz fue la de miles de madres que han salido a buscar a sus hijos, ante la indiferencia de las autoridades.
“Nosotras fuimos primero a las oficinas del gobierno, año tras año, sin respuesta. Cansadas de esperar, salimos a buscar nosotras mismas”. Palabras que compartió ante los presentes.
Denunció la corrupción de autoridades que han sido cómplices de los crímenes y afirmó: “Fue la Policía Ministerial quien se llevó a mis hijos, y los entregó al crimen organizado”. Ella vive amenazada, y manifiesta que su fe sigue en alto, y que ha aprendido a “controlar el miedo”. Hizo una petición muy directa a los obispos: “Necesitamos pastores con corazón, que se atrevan a salir, a abrazar, a acompañar”.
Ana Paula Hernández Comano, fundadora de la asociación civil Pro Paz y madre de familia, presentó su testimonio en nombre de quienes trabajan por la educación y construcción de paz en México. Desde su experiencia en derechos humanos, invitó a los obispos a ser una iglesia que acompaña y consuela, que actúa y no se encierra en las sacristías. Dijo que el Evangelio no es una historia de éxitos, sino de acompañamiento y caminos compartidos en medio del dolor.
Tere Ramos, en nombre de los adolescentes y jóvenes, compartió los frutos de un proceso de escucha nacional. Con encuestas, encuentros y testimonios recogidos en redes sociales y comunidades, identificaron tres palabras clave que definen la preocupación actual de adolescentes y jóvenes: violencia, soledad y desesperanza.
Y enfatizó: “No pedimos perfección, pedimos presencia”. Piden una sociedad y una iglesia que los escuche y los forme, que los abrace y los envíe. Recordaron las palabras del papa Francisco en Christus vivit: “El corazón de cada joven es tierra sagrada”. Y exhortaron a los obispos: “No se acerquen a nosotros si no están dispuestos a descalzarse primero”.
Al final, María Herrera, líder nacional de madres buscadoras recordó la parábola del Buen Pastor: “Si una oveja se pierde, el pastor deja a las 99 y va por ella”. Contó cómo su párroco nunca la dejó sola y cómo la comunidad religiosa que la rodea ha sido refugio, oración y abrazo.
Concluyó hablando del abandono de las autoridades: “Para el gobierno somos como piñatas, nos golpean, nos humillan, nos desacreditan… pero aquí seguimos, con fe”. Su clamor final fue una súplica y una profecía: “No queremos que los niños huérfanos de hoy sean los delincuentes de mañana. Ustedes, nuestros pastores, pueden marcar la diferencia. No desde el escritorio, sino en el campo de batalla del sufrimiento humano”.
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