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La oposición y su pobre papel

“Por eso estamos tan jodidos”, aseguró Javier Lozano cuando Marko Cortés le dijo que él era el presidente nacional del Partido Acción Nacional (PAN), en una discusión que tuvieron en un programa de opinión. De esta forma, el ex secretario del Trabajo en el gobierno de Felipe Calderón y el dirigente blanquiazul pusieron en evidencia las fracciones al interior del partido.

En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) su dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, tejió una reforma que le permitirá reelegirse y mantenerse al frente del tricolor por ocho años más. Todo esto, a pesar de las exigencias previas de un grupo de priistas, entre quienes hay algunos ex gobernadores, de que se separara del cargo.

El Partido de la Revolución Democrática guardó en un cajón sus principios de izquierda y fue a una alianza nacional a las elecciones del 2 de junio pasado, con PRI y PAN. Según los resultados de la elección, el partido del sol azteca perdió el registro, aunque su dirigente nacional, Jesús Zambrano insiste en que todavía pueden defender su permanencia.

“Yo no voy a ser parte jamás de un partido que encuentra en la mediocridad una forma de seguir subsistiendo, de hacer de la derrota una forma de seguir teniendo recursos”, declaró el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, sobre su partido, Movimiento Ciudadano y los resultados del 2 de junio.

En estos párrafos se resume lo que viven los partidos políticos de oposición en este momento y, al mismo tiempo, permite entender las razones por las que muchos ciudadanos, al estar en la casilla, no encontraron opciones por quién votar. Seguramente habrá razón en quienes sostienen que fue una elección de Estado y que Morena utilizó los programas sociales para asegurar votos, pero la oposición colaboró de manera importante al no ser una ruta alterna.

En todos los casos, quienes tienen el control de los partidos saben que aun perdiendo elecciones son un buen negocio, pues deciden quiénes ocupan las candidaturas y por ende una tajada en la nómina pública, pero además se quedan con el millonario financiamiento.

El caso más reciente es el del PRI. En este partido algunos militantes fueron migrando hacia otras opciones políticas donde les garantizaron espacios, pero en el más reciente proceso electoral Alejandro Moreno decidió quedarse con todos los espacios. Eso llevó a que muchos priistas que siguen en el partido decidieran no participar. Después de la derrota, en lugar de buscar a quienes estaban inconformes, Alito se lanzó sobre lo que queda de su partido.

Algo similar ocurrió con el PAN, donde Marko Cortés controló los espacios en las candidaturas que sí estaban aseguradas. Ni siquiera la candidatura de Xóchitl Gálvez sirvió para lograr la cohesión interna. Por su parte, el PRD se desdibujó ideológicamente y perdió lo poco que le quedaba.

En MC el ego del gobernador Enrique Alfaro, cuya importancia política se basa en lo que Jalisco aporta al partido, chocó con el control de Dante Delgado. No sería extraño que la licencia de dos semanas que pidió el mandatario para separarse del cargo esté estrechamente relacionada con la inminente pérdida de poder.

Entre todas estas historias, el denominador común es la falta de autocrítica y la prevalencia de los intereses personales sobre lo que necesita el país. Y lo peor es que no parece que alguno de estos partidos tenga planes de reconstruirse para convertirse en ese contrapeso que tanta falta hará en el próximo sexenio.

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