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¡Peligro, llueve!

Todavía hace unas semanas, ante las olas de calor que nos agobiaban, deseábamos la llegada del temporal. La lluvia tiene sobre la caótica Zona Metropolitana de Guadalajara tres efectos importantísimos: reduce la contaminación, nos da un mejor clima y termina con la temporada de incendios forestales en nuestro invadido vecino bosque La Primavera.

Pero apenas se registraron las primeras tormentas del temporal y ya comenzamos a contar muertos, como si se tratara de un trámite por el que los habitantes de esta urbe tenemos que pasar de manera obligatoria.

Las autoridades de Protección Civil han insistido en los últimos días en destacar las decisiones que tomaron las víctimas para ponerse en peligro. En redes sociales, los tradicionales bots que defienden al gobierno del estado han enfatizado el error e impericia de Paola, la joven que intentó cruzar el arroyo El Garabato y cuyo vehículo fue arrastrado, por lo que perdió la vida.

Paola había salido un momento. Ella “solo buscaba una opción para regresar a su casa en medio de una fuerte tormenta”, escribió en X la periodista Elsa Martha Gutiérrez, quien dio seguimiento desde el primer momento a ese caso.

¿En qué momento salir de casa durante el temporal se convirtió en un riesgo para la vida? En una entrevista que tuve ayer con el académico Josué Daniel Sánchez Tapetillo, me contó que el arroyo El Garabato tiene al menos seis puntos peligrosos de cruce con calles y avenidas que utilizan de manera ordinaria quienes transitan por esa zona del sur de la ciudad.

En redes sociales cada año durante el temporal se recuerda aquella declaración sobre las inundaciones del 22 de junio de 2015 del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, antes de asumir el cargo: “Vamos a arreglar el problema, lo único que se necesita es atención. Lo que pasa es que son obras que a los gobernantes no les interesan porque no lucen, no son para salir en la foto”.

A unos meses de que concluya su administración sabemos que no solamente no tuvo la “atención” al problema, sino que éste se agravó. Los puntos de riesgo de inundación se fueron multiplicando en los últimos años, al mismo tiempo de que el peligro crece para quienes se ven sorprendidos en la calle cuando comienza a llover.

Hace unos días circulaba por avenida Patria, a la altura del bosque Los Colomos, cuando de pronto una lluvia tranquila se convirtió en tormenta. Quienes transitamos por esa zona con frecuencia sabemos que el desastre de semáforos en torno a Plaza Patria implica que cualquier trayecto, menor al kilómetro, debe llevar entre 15 y 20 minutos.

Sorprendida, vi cómo en minutos la avenida comenzó a inundarse. Decenas de personas salieron corriendo del bosque y se resguardaron en los escasos paradores de transporte público, mientras el agua en el canal Atemajac y en la avenida subía de nivel. La fila de autos casi parados era desesperante, porque los semáforos no están sincronizados. La lluvia bajó de intensidad, pero imaginé lo que viven todos los peatones y automovilistas que se quedan atorados en esa vía con tormentas más largas y que luego vemos en esos videos intentando subir a la banqueta para no ser arrastrados por la corriente.

La lluvia y las tormentas no avisan. Los puntos de peligro son demasiados para que todos los ciudadanos los conozcan. Verte atrapado en la lluvia te hace pensar si es más peligroso quedarte en la calle o intentar llegar a un lugar seguro, que probablemente fue la disyuntiva de Paola.

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jl/I