INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La economía no es solo moneda

¿Qué significa hablar de economía? Es posible que la idea inicial que nos venga a la mente sean el dinero, los mercados, la bolsa de valores, las tasas de interés, las reservas de divisas en los bancos centrales, los montos de deuda externa, la rentabilidad de las empresas, las oportunidades de negocio, las quiebras, fusiones y adquisiciones, los acuerdos comerciales y de inversión alrededor del mundo, etcétera. ¿Eso es economía? Sí, pero no es sólo eso.

Los griegos inventaron la palabrita oeconomicus (economía) para analizar cómo somos capaces de transformar aquello de lo que disponemos, como son las riquezas naturales, en “bienes” y “servicios” que nos deberían de permitir ir viviendo mejor. Platón definía la economía como “el arte que nos libra de la pobreza”. Como hablamos de bienes no nos referimos a producir lo que sea, sino –valga la redundancia– lo que nos procura un bien, lo que nos hace estar mejor. Igualmente redundante, pero conveniente, es que los servicios realmente sirvan para algo en conjunto, no sólo para que unos cuantos se beneficien de lo que hagamos todos.

Etimológicamente, la economía se refiere a las “normas de la casa” o la “administración de la casa”, entendiendo por casa todo aquello de lo que podemos disponer: desde una botella de plástico con agua jabonosa para limpiar un parabrisas en la esquina de un semáforo, hasta el planeta entero por parte de toda la humanidad.

Hablar entonces de economía supone el cuidado de aquello que tenemos, si es que queremos seguirlo teniendo. Resulta paradójico que se piense que la economía va bien si en los mercados se amasan grandes fortunas, como lo expresan dramáticamente los informes de Oxfam a nivel global y nacional, al mismo tiempo que, en la otra gran disciplina que estudia la casa, la ecología, se nos diga que nuestra casa se está derrumbando. ¿Cómo es posible que se nos diga que la casa se está manejando bien (en los mercados financieros), pero está cada vez peor en nuestras condiciones esenciales de vida? (clima, desastres ambientales, agotamiento de riquezas naturales, etcétera).

Cuando hablamos de riquezas extremas, absurdas, nos referimos a los lujos o a los gastos faraónicos. Igualmente, podríamos hablar de los lujos imperiales de Carlos V, Enrique VIII o Luis XIV, como una forma de dispendio que tenía como contraparte la miseria de la mayoría de los habitantes de las colonias, y aun de las poblaciones en los territorios metropolitanos. Ahora resulta que la extrema concentración de la riqueza y del poder económico puede ser mucho mayor que en aquellas épocas. ¿Cómo podemos entonces hablar de democracia y ciudadanía cuando el poder, no del dinero, sino de quienes concentran ese dinero, puede destrozar intempestivamente la situación social por todos lados? ¿Es eso una “buena administración de la casa”, porque así los califiquen los corporativos de evaluación de inversiones a nivel internacional?

Los seres nos caracterizamos por ser capaces de ser conscientes de que estamos transformando la naturaleza para producir los bienes y servicios que necesitamos, y a esa transformación la denominamos trabajo. Contablemente incluimos en ese trabajo a todo aquello que se vaya a vender y comprar. ¿Acaso no es económico, generador de bienes y servicios, la leche materna con la que una madre amamanta a un bebé, los chilaquiles que le prepara más tarde a su hijo cuando crece, el trabajo voluntario de una comunidad o en una parroquia, la limpieza de nuestra propia vivienda? La contabilidad económica en realidad no mide lo que se produce, sino sólo lo que se vende, restringiendo el amplio concepto de economía, al estrecho término de mercado.

Si los humanos satisfacemos nuestras necesidades a través del trabajo colectivo de todo mundo (literalmente), un objetivo esencial de la economía es que podamos vivir en paz, para poder estar juntos. Sin embargo, cuando la violencia local, nacional y mundial es la base de nuestras noticias diarias, algo anda mal con la administración de nuestra casa.

En suma, hablar de economía es referirse a nuestras condiciones básicas de existencia y, por lo tanto, hablar de pobreza, de desigualdad, de daño ambiental, de violencia, de exclusión y no sólo de dinero. Esperemos que esta columna sea de su interés.

[email protected]

jl/I