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Entre drones, bombardeos, petróleo y divisas

Resulta curioso que, al revisar el comportamiento de cualquier economía, valoremos su evolución casi exclusivamente en función de lo que hacen o dejan de hacer nuestros gobiernos con el manejo del dinero. Al mismo tiempo, juzgamos la capacidad de los analistas y corporaciones financieras, según la exactitud de sus predicciones del PIB, el empleo o las tasas de interés. Les otorgamos a los gobiernos una autoridad casi todopoderosa y a los analistas un papel de prestidigitadores zodiacales. En ambos casos, se trata de algo muy lejano a la seriedad analítica y a la responsabilidad pública.

Por el contrario, estamos en medio de un entorno en el que existe una infinidad de factores que los gobiernos no pueden controlar y los especialistas no pueden prever. El mundo es menos predecible de lo que creemos. Basta con mencionar dos ejemplos en que jugamos con fuego sin considerar las posibles consecuencias de tal juego. Uno es en términos del impacto ambiental de nuestro comportamiento cotidiano, otro es el impacto de los conflictos internacionales. Centrémonos esta vez en el segundo.

La guerra en Ucrania y las decisiones económicas de las naciones involucradas (incluyendo a toda la OTAN) generaron una altísima elevación de precios de múltiples productos, incluyendo alimentos básicos. Finalmente, los europeos accederían a las fuentes de financiamiento para pagar más caro el trigo, el gas o la gasolina, pero un “problema menor” que no mereció mucho análisis, era el de los millones de habitantes de los países pobres (especialmente en África) que no podían sufragar tales aumentos de precios. Luego de Ucrania siguió la invasión a Gaza y ahora el delicadísimo conflicto entre Israel e Irán.

¿Qué tienen que ver López Obrador, el Banco de México o los analistas financieros con tal conflicto? Nada y, sin embargo, el conflicto afecta significativamente la paridad del peso o con lo que nos cuesta llenar el tanque de la gasolina.

Las tensiones internacionales se reflejan en nuestra cartera. El pasado 9 de abril el dólar se llegó a cotizar en 16.26 pesos mexicanos. Diez días después, luego de los ataques entre Irán e Israel, alcanzó los 17.41 pesos, depreciándose 7.1 por ciento. Ese mismo día, luego de constatarse poco impacto en Irán del ataque israelí, la paridad bajó a 17.08 pesos por dólar, reevaluándose 2 por ciento. Los “drones financieros” también nos alcanzan.

En cuanto al petróleo, el precio del Brent pasó de 86.3 a 90.4 dólares el barril el 18 abril, hora de Londres. Una variación de casi 5 por ciento en un solo día, cuando la inflación en los países ricos oscila en 3 por ciento anual. Al día siguiente bajó a 87.29, ante una ligera reducción de la tensión.

En nuestras campañas políticas nacionales y locales escuchamos ofertas, propuestas y objetivos completamente disparados con respecto a lo que auténticamente pudiese ofrecer cualquier oferta política, ante nuestra vulnerabilidad en el plano global. Me recuerda aquella canción, Mariana, de Óscar Chávez: “Por ti, bella Mariana, a quien debo de amar, si el mar te molestara con sus olas, yo lo mandaría a secar. Porque yo sé la química retórica, botánica, botánica retórica y sistema decimal. Por ti, bella Mariana, por ti lo puedo todo, el mundo entero si me mandas, te lo pongo de otro modo”.

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