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La desilusión de nuestra democracia

Transcurridos los primeros ejercicios de debate y algunos foros de diálogo para la exposición de propuestas y proyectos de gobierno entre las y los candidatos a los cargos de elección popular, a las y los ciudadanos nos queda una sensación de desazón, de vacío y duda por la vaga o nula presentación de propuestas y contrastes para enfrentar y atender los muchos problemas que vivimos en el país, el estado y nuestras ciudades.

Pareciera que cualquier formato o espacio de diálogo es propicio para alimentar el monstruo de la polarización y lanzar toda clase de acusaciones. Frente a los señalamientos entre unas y otros, ya sea por su origen, condición o el desempeño de los partidos o coaliciones que los representan en el ejercicio del poder, lo único que queda claro para el electorado es que todas y todos parecen impresentables.

A las y los ciudadanos nos queda entonces evaluar y elegir entre lo menos peor. Esa es la única constante en este sistema democrático imperfecto y agotado por las viejas prácticas de los centros de poder que en cada periodo electoral designan mañosamente a sus representantes. Ellas y ellos, candidatas y candidatos, deberán recorrer cual maratón, los mercados y plazas públicas, saludar y tomarse fotos con la población; visitar las colonias populares y parecer interesados en escuchar como rosario los problemas de siempre, los que nunca se resuelven: la basura, la falta de alumbrado público, las calles en mal estado, los baches, el agua sucia; la escasez de medicinas en los centros de salud pública; la falta de empleo, viviendas y escuelas; que el salario no ajusta, que todo está más caro. Y encima, enfrentar el mal de nuestros tiempos: la inseguridad, la extorsión y la desaparición de personas. Ellas y ellos, representantes de los grupos de poder, tendrán a la mano las mismas promesas: con el voto de las y los ciudadanos, una vez en el cargo, atenderán y acabarán con todos los problemas, casi como por arte de magia.

Lo grave de este sistema amañado que no nos representa es que se sirve del encono y la división. A los centros de poder no les interesa la discusión, la exposición y contraste de propuestas posibles o viables de gobierno; tampoco plantear los costos y tiempos de solución, ni transparentar o fiscalizar el impacto de sus decisiones. A estos grupos les conviene propiciar una disputa entre las y los candidatos que les representan, los que deberán lanzarse acusaciones y provocar la indignación.

A los centros de poder les conviene que la ciudadanía vote con la víscera, con el corazón, para que las y los ciudadanos sientan que tienen la decisión o el poder de premiar o castigar con su voto a la o el candidato, al partido o coalición en competencia. La verdad es que, con esa lógica, la sociedad se castiga a sí misma y compromete su presente y futuro. Las y los ciudadanos no podremos decidir plenamente mientras el sistema de representación sea una simulación. Que hoy tengamos que lidiar con la desilusión de nuestra democracia no significa que más temprano que tarde, no podamos zanjar vicios y superar las mañas de esta falsa y desgastada democracia. Tomará tiempo para que los impresentables y sus partidos no sean quienes nos representen y el sistema sea menos imperfecto. Algún día será.

X: @claudiaacn

jl/I