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Gasto corriente y gasto de inversión

Es frecuente en discursos políticos y empresariales atribuirle un juicio moral a lo que es sólo una clasificación contable aplicada a los recursos públicos: los gastos corrientes y de inversión. Suele considerarse “malo” el corriente (especialmente en nómina) y “bueno” el de inversión (especialmente construcción de infraestructura). Esta consideración moral es más intensa en periodos electorales. Parecería que la inversión se traduciría en las magníficas obras que dejen para la posteridad nuestros ilustres gobernantes.

Es obvio que la mejora económica, social y ambiental requiere inversiones, pero la afirmación inversa no es necesariamente cierta: no toda inversión trae consigo una mejora social, económica colectiva o ambiental. De hecho, suele ser contraproducente: acumulación de deudas, enriquecimientos privados con el uso de fondos públicos, depredación ambiental, despojo a comunidades, etc.

Baste un pequeño listado de obras de inversión en Jalisco con efectos perniciosos: la Villa Panamericana y gran parte de las instalaciones de los juegos de 2011, generadoras de altísimas deudas públicas, pero aprovechadas por unas cuantas instituciones privadas; el pobremente utilizado macrolibramiento; las más que conflictivas obras de las presas de Arcediano y El Zapotillo; el “Nuevo Cancún” y el uso irresponsable de los ahorros de los trabajadores de Jalisco para invertirlos en fracasadas inversiones inmobiliarias, etc.

Si se hace un enorme gasto de inversión y contratación de deuda para hacer una obra, parecería obvio que luego se requeriría de un excelente cuidado de lo construido, lo que obligaría a efectuar un gasto corriente eficiente.

Tomemos un ejemplo: en 2022 se inauguró el servicio de autobuses MiMacroperiférico en Guadalajara y este servicio ha sido utilizado como referente del éxito en las obras gubernamentales locales. 40 por ciento de su costo de 9 mil millones de pesos fue financiado por deuda pública, que pagaremos durante décadas.

MiMacro cuenta con un sistema sincronizado de apertura y cierre de puertas en los andenes de las estaciones, que se corresponderían con la apertura y cierre de puertas de los autobuses… Salvo por el hecho de que rara vez funciona tal sistema y las puertas de los andenes permanecen abiertas, generando riegos de accidentes mayores; los anuncios en los paneles sobre la hora de llegada y ruta de cada autobús a cada estación suelen estar apagados o con información incorrecta; los tiempos de espera suelen alargarse decenas de minutos, especialmente en fines de semana y, lo que es mucho más grave, se enfrentan niveles dantescos de saturación y hacinamiento en las horas pico, con todo lo que implica. Hay historias sobre huachicol en los combustibles y frecuentemente se perciben situaciones de riesgo. ¿No se requeriría de un buen gasto corriente para que la inversión funcionara como debería de funcionar?

Se vale establecer juicios valorativos sobre el uso de recursos públicos, pero tanto en los gastos de inversión como corrientes. ¿Cómo asegurar que el gasto sea en beneficio del interés público y ambiental, más allá de si es corriente o de inversión, y no sea una retórica de un supuesto beneficio colectivo, cuando lo que se privilegie sean intereses privados?

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jl/I