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Día uno

Seis migrantes muertos y otros 10 lesionados.

Esa fue la bienvenida que el Ejército le dio a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo la misma noche del día en que ella tomó posesión de su cargo, el de comandanta suprema de las Fuerzas Armadas.

La noche del martes 1 de octubre, dice el propio comunicado oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional, integrantes del Ejército ubicaron un vehículo en una carretera de Chiapas, detrás del que iban dos camionetas de redilas “como las que usan grupos delincuenciales en esa región”.

El documento señala que el personal militar “manifestó escuchar detonaciones, por lo que dos elementos accionaron su armamento, deteniendo su marcha una de las camionetas de redilas”.

En ese vehículo, los militares encontraron a 33 personas migrantes: dos de ellas “habían fallecido” en el lugar, otras dos murieron (“desafortunadamente dos más perdieron la vida”) en un hospital y 10 más terminaron lesionadas, mientras que el resto fue puesto a disposición del Instituto Nacional de Migración. De acuerdo con algunos reportes de medios locales, entre las víctimas fallecidas estaría un menor de 11 años.

Las nacionalidades de los migrantes fueron identificadas como egipcia, nepalí, cubana, india (hindú, dice el comunicado), pakistaní y árabe (así, en general). Después supimos que también había peruanos.

Los dos militares que dispararon contra el vehículo fueron separados de sus funciones y se enfrentarían a la justicia militar, dice la Sedena.

Organismos internacionales, instituciones religiosas y asociaciones de apoyo a personas migrantes lamentaron los hechos y señalaron que quienes están en condición de movilidad se exponen a grandes riesgos durante su trayecto; “por eso es indispensable contar con vías legales de acceso, tránsito e integración para evitar tragedias como ésta”, publicó la Agencia de la ONU para los Refugiados en México.

Estos hechos ocurrieron justo el día en que Sheinbaum rindió protesta como presidenta, atrayendo focos internacionales –el gobierno peruano ya pidió cuentas–, en el contexto de la promesa incumplida del ahora ex presidente López Obrador de regresar a los militares a los cuarteles y de que la mandataria, en su discurso frente al Congreso de la Unión, rechazara que con la reforma a la Guardia Nacional haya militarización; quien lo diga “está totalmente equivocado”, afirmó el martes.

Tenemos cerca de 15 años viendo a los militares y marinos en las calles, patrullando, cuidando festividades públicas, resguardando los límites interestatales en garitas improvisadas que después se formalizaron. Y de verdad que hasta cierto punto entiendo que la gente vea a las Fuerzas Armadas como instituciones de alta fiabilidad y alejadas de la corrupción, mientras que las policías, encargadas de la seguridad pública, no tengan la confianza de las personas y que sean fuente de extorsión.

Pero ¿de qué sirve tener a los militares y marinos en las calles, haciendo frente al crimen organizado, cuando en contraste, por ejemplo, hace unas semanas mandos castrenses decían que volver a la paz en Sinaloa dependía de los grupos criminales, como si ellos no pudieran intervenir? ¿Entonces qué hacen fuera de los cuarteles?

Los seis migrantes muertos a manos de soldados no tendrían que ser un asunto menor, menos en el arranque de un sexenio, pero todo indica que la presencia de las Fuerzas Armadas y sus labores en los espacios públicos seguirán siendo la pauta.

Sin sorpresas.

X: @perlavelasco

jl/I