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Las niñas no sueñan, sobreviven

El pasado 11 de octubre se conmemoró el Día Internacional de la Niña, fecha para concientizarnos sobre la situación de las niñas en el mundo. Particularmente en México ser niña no sólo implica sobrevivir a un entorno donde la violencia estructural, la pobreza, la discriminación y la impunidad las ponen en situación de vulnerabilidad.

Según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), más de 3.8 millones de niñas entre 5 y 17 años trabajan, muchas veces en condiciones de explotación. A esto se suma la creciente ola de violencia de género: tan solo en 2023 se reportaron más de 13 mil casos de niñas víctimas de abuso sexual, una cifra que –como siempre en estos temas– apenas roza la superficie de una realidad subregistrada y silenciada.

La niñez femenina en México enfrenta una doble marginación: por edad y por género. En comunidades rurales e indígenas, esta situación se agudiza. Las niñas son vistas como moneda de cambio, como mano de obra o como futuras madres. En estados como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, el matrimonio infantil sigue siendo una práctica tolerada por usos y costumbres, a pesar de su prohibición legal. La autonomía corporal y el derecho para decidir están lejos de ser una realidad para ellas.

Diversos organismos internacionales, como el Comité de los Derechos del Niño de la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), han emitido recomendaciones claras a México para garantizar la protección integral de niñas, incluyendo la erradicación del matrimonio infantil, el fortalecimiento de sistemas de protección y el acceso efectivo a la justicia. Sin embargo, el avance es lento. En lo que respecta con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, particularmente el ODS 5 (igualdad de género) y el ODS 16 (paz, justicia e instituciones sólidas), México sigue rezagado en indicadores clave, como la eliminación de la violencia contra las niñas y el acceso a servicios de protección eficaces.

En Jalisco, la situación no es distinta, de acuerdo con cifras oficiales 29.5 por ciento de la población de 0 a 17 años vivía en pobreza en 2022, lo que en términos absolutos corresponde a 718 mil 400 niñas, niños y adolescentes, además, nuestro estado ocupa los primeros lugares en número de reportes por desapariciones de niñas y adolescentes mujeres. De enero a marzo de 2024, se reportaron mil 254 denuncias por abuso sexual en Jalisco, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

La violencia institucional también se hace presente en nuestro estado. Colectivos de madres buscadoras, organizaciones feministas y defensoras de derechos de la infancia han señalado la inacción o revictimización por parte de las autoridades, especialmente en casos donde hay implicados dentro del núcleo familiar o en comunidades rurales.

Las niñas mexicanas, y particularmente las de Jalisco, no necesitan promesas ni campañas vacías. Requieren que sus derechos se materialicen en sus entornos: en sus hogares, escuelas, comunidades y tribunales. Precisan que dejemos de romantizar su resiliencia y empecemos a garantizar su bienestar. Porque ninguna niña debería aprender a sobrevivir antes que a soñar.

*Doctora en Derecho

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GR