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La paz es fruto del diálogo entre las generaciones

En unos versos escritos en 1914, de autor anónimo, titulados El encuentro, resalta la necesidad de un diálogo de las personas adultas con las generaciones jóvenes, dispuestas, razonablemente, a desprenderse de lo viejo, colocando en su lugar lo nuevo. 

“El viejo decía al joven: Yo te arrancaré los ojos/ y los colocaré en lugar de los míos y tú me arrancarás los ojos/ y los colocarás en el lugar de los tuyos/ y yo te veré con tus ojos/ y tú me verás con mis ojos/ y nos comprenderemos”. 

En nuestra sociedad el diálogo intergeneracional es una costumbre que se está perdiendo. 

Se observa que el campo cultural de las personas mayores está en proceso de transformación debido a la incorporación de nuevos conceptos, derechos y deberes. 

Esto da origen a la aparición de nuevos conflictos, la construcción y modificación de prácticas sociales y por consecuencia, de nuevos sentidos sociales. 

En el marco de diálogo entre generaciones, es mayor lo que queda por hacer, que lo que se ha conseguido, siendo más las cosas que las separan que las que las unen, pero se nota en las personas mayores el interés por comprender las novedades, y están realizando esfuerzos, intentando ponerse al mismo nivel de los jóvenes. La cuestión está en romper con las trincheras culturales y generacionales, y reconocer que hay que configurar el mundo a partir de las diferencias. 

El mensaje del papa Francisco para la celebración de la LV Jornada Mundial de la Paz, del pasado 1 de enero de este año 2022, titulado Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera, nos indica que, en cada época, la paz es el fruto de un compromiso compartido. 

Existe, en términos sociológicos, una “arquitectura” de la paz en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un “artesanado” de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. 

Explicando el primer camino para conseguir la paz, el papa Francisco afirma que, en un mundo todavía atenazado por la pandemia, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones. Y recuerda que, todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Por eso debemos recuperar esta confianza mutua. Además, el pontífice recuerda que dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. 

Fomentar esto entre las generaciones significa labrar la dura tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida, y explica: 

“No se puede prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria, los mayores y los continuadores de la historia los jóvenes”, como tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro. 

Argumenta el papa que, si sabemos practicar este diálogo intergeneracional en medio de las dificultades, “podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, y hacer florecer esperanzas”. 

El premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel expresaba: “La memoria no es para quedarnos en el pasado. La memoria es para iluminar el presente”. 

Cada generación es un mundo diferente, y tiene cosas importantes que entregarle a la otra, de manera que recíprocamente se nutran en este intercambio. Las relaciones intergeneracionales son el pilar de la existencia de un estado armónico de comprensión y aceptación de todas las etapas de la vida humana. 

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jl/I