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Crisis migratoria

El país latinoamericano con las peores calificaciones en cualquier evaluación de organismos dedicados a valorar su desempeño como gobierno y calidad democrática es Venezuela: en todas ellas está en los últimos lugares (algo que algunos fanáticos venezolanos y otros admiradores mexicanos no ven). La crisis que vive ese país ha tenido repercusiones en los países vecinos por el éxodo de sus habitantes en busca de mejores condiciones de vida.

Hasta ahora los problemas migratorios de nuestro país estaban focalizados principalmente en personas que venían de países centroamericanos, aunque en alguna ocasión fue con haitianos, que al final algunos se quedaron a vivir en Tijuana conformando su Little Haití. Hoy los problemas de flujo migratorio para nuestro país vienen de venezolanos con las mismas intenciones de todos: perseguir el sueño americano.

Los gobiernos estadounidense y mexicano han llegado a un acuerdo para reducir en número de venezolanos que hayan ingresado ilegalmente al primer país (se habla de 24 mil visas temporales), pero con la condición de que mientras se alojen en suelo mexicano. Esto origina una serie de complicaciones para la población donde deambulen; para grupos que brindan ayuda humanitaria y para la seguridad tanto de la población como de los refugiados.

En un país donde el leitmotiv de su gobierno es la polarización, no es de extrañar que en su población no florezca su contraparte; esto es, la solidaridad. La población flotante será vista con rencor y la culparán de todos los males que aquejen a su comunidad. Si bien al final muchos migrantes se integrarán –como lo han hecho los haitianos– antes deberán sufrir los estragos del reacomodo y los peligros de vivir en una tierra extraña (ver el trabajo de Kate Morrissey, publicado en Los Angeles Times, https://lat.ms/3TEK7y6).

Las autoridades migratorias norteamericanas considerarán las peticiones de los migrantes venezolanos siempre que lleguen en avión (y previa solicitud). La mayoría de ellos no llega en avión: hacen su recorrido vía terrestre y muchas veces duran meses y quedan varados en diferentes estaciones migratorias. Un ejemplo: en Tapanatepec, Oaxaca, con una población casi de 14 mil habitantes, arribaron, en mes y medio, 150 mil migrantes, más los que se acumulen. Se darán 24 mil visas, pero llegará una cantidad mucho mayor a territorio mexicano.

Dado que las actividades de los grupos de la delincuencia organizada se han diversificado, han encontrado una muy lucrativa: la trata de personas. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) estima que las ganancias del crimen por la migración de América Latina a Estados Unidos ascienden a 8 mil 500 millones de dólares (dado que cada migrante paga en promedio 5 mil dólares y se han detenido a 1.7 millones de personas).

Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos está utilizando el Título 42 (medida adoptada por Trump durante la pandemia que permite expulsar, ipso facto, a migrantes indocumentados), no obstante que el 19 de septiembre pasado el mismo Biden dio por terminada la pandemia. Con estas medidas, nuestro país es en los hechos catalogado como “tercer país seguro”, a pesar de las negativas del titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, cuando afirmó: “México no es ni aceptará ser tercer país seguro” (9/dic/2019).

En alguna ocasión, el presidente López Obrador dijo que gobernar era fácil, y tiene razón; sin embargo, no lo es si hay una pandemia, una inflación mundial, una guerra en Ucrania, una delincuencia indolente, una migración ingente y un gobierno malogrado.

Twitter: @ismaelortizbarb

jl/I