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Normalidad maligna

Aún sin salir del terror del Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, otro conflicto continúa con inquietante vigencia. Como diría Monterroso: “Cuando despertamos, Trump seguía ahí”. Trump no es el despertar de una pesadilla, sino una que se niega a terminar. Y esto es así por la misma personalidad del inquilino de la Casa Blanca.

En 2017, un grupo de profesionales de la psiquiatría liderados por Bandy Lee publicó El caso peligroso de Donald Trump. 27 psiquiatras y expertos en salud mental evalúan a un presidente. En el texto, los especialistas coinciden en que su peligrosidad puede evaluarse a partir del comportamiento observado, describiéndolo como “el jefe de Estado más poderoso del mundo, y uno de los más impulsivos, arrogantes, ignorantes, desorganizados, caóticos, nihilistas, contradictorios, engreídos y egoístas”, destacando que tenía “el dedo en el gatillo de mil o más de las armas termonucleares más poderosas del mundo”.

Los profesionales invocaron el “Deber de advertir” (Duty to Warn), un principio que obliga a los expertos en salud mental a alertar al público si consideran que una persona –por su estado psicológico– representa un peligro inminente. Este debate surgió con fuerza durante la primera presidencia de Trump, especialmente ante su retórica impredecible.

El concepto de “normalidad maligna” se ha utilizado para describir cómo el gobierno de Donald Trump transformó prácticas dañinas –como el menosprecio a instituciones democráticas, la desinformación sistemática y la polarización extrema– en algo cotidiano. Aunque el término no es exclusivo de su mandato (2017-2021), encapsula el riesgo que tales dinámicas perduren más allá de su figura.

Bob Woodward, célebre por Todos los hombres del presidente (1974, con Carl Bernstein), obra clave en la renuncia del presidente Richard Nixon, publicó en Miedo: Trump en la Casa Blanca (2018). En él, retrata una administración caótica, donde colaboradores como James Mattis o Gary Cohn ocultaban documentos para evitar decisiones impulsivas, como retirar tropas de Corea del Sur sin consultar al Pentágono. Woodward subraya la obsesión de Trump por el control mediático y la lealtad personal, en contraste con su desinterés por los detalles de las políticas públicas.

Este es el presente al que México –y el mundo– ahora se enfrenta y se enfrentará en los próximos cuatro años con Trump. Su estilo confrontativo y su desdén por los acuerdos internacionales plantean desafíos geopolíticos complejos, especialmente para un país que busca equilibrar su relación con Estados Unidos ante temas como seguridad, migración y comercio.

El aspecto psicológico de tratar con un líder impredecible como Trump agrava el desafío. La diplomacia mexicana deberá desenvolverse en un entorno volátil donde los acuerdos pueden verse revertidos abruptamente, lo que requiere un enfoque más ágil y cauteloso.

La Enmienda 25 (procedimientos para la sucesión presidencial en caso de incapacidad del presidente para cumplir con sus funciones) se discutió después del asalto al Capitolio. Algunos políticos del Partido Demócrata pidieron que se invocara esta enmienda argumentando que Trump era incapaz de liderar tras incitar a la insurrección. ¿Surgirá de nuevo ante la errática política trumpiana?

X: @Ismaelortizbarb

jl/I