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Teuchitlán: estremecedora realidad

Seguro nos pasó a muchos cuando empezamos a ver las fotos del Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco. Los cientos de zapatos, las pilas de ropa, las mochilas, las cubetas con restos óseos y la versión de hornos crematorios nos hicieron estremecer y llorar imaginando el horror de quienes, contra su voluntad, fueron obligados a vivir y morir en esas condiciones.

Muy pronto, al estremecimiento se le juntó la rabia por el espectáculo y el morbo montados; por un lado, por aquellos que movidos por intereses político-partidarios pretenden llevar agua a su molino y, por otro, por los defensores a ultranza de los gobiernos que, obviando el drama de los desaparecidos y la responsabilidad que les corresponde por el simple hecho de ser gobierno, pretenden banalizar el tema haciendo como si fuera menor o como si el Rancho Izaguirre y lo ahí encontrado fuera un montaje que persigue desestabilizar al gobierno de Claudia.

Todos los gobiernos, en general, han sido negacionistas de las desapariciones. Y cuando se ha reconocido, no ha implicado solucionarlo. Por ello, esta forma de violencia criminal y los matices gubernamentales no dicen que un daño social profundo ya está hecho. El poder los ha hecho perder la conmiseración y la condolencia por los demás.

Frente al caso de Ayotzinapa, a pesar de las evidencias se pretendió negar que había sido el Estado. AMLO se comprometió y al no cumplir dejó claro que la gran muralla, en aquel caso, es el Ejército. Prefirió confrontarse y alejarse de los familiares. Ahora nos horroriza Teuchitlán, la más reciente geografía del terror, pero en realidad la lista de masacres y exterminios sociales, sean quienes sean los perpetradores, es muy larga.

Claro que no quisiéramos que existieran este rancho ni fosas clandestinas y menos que hubiera colectivos de madres que, de forma valiente, dada la ineficacia gubernamental, han tenido que convertirse en eficientes buscadoras, porque lo que no se puede negar es la existencia de más de 120 mil desaparecidos en México y más de 15 mil en Jalisco y que estos datos crecen a diario.

Lo que no es montaje es que los gobiernos de la 4T, conociendo bien este tema, lo minimizan, desatienden, maltratan a las madres y reproducen la narrativa de desaprobación de su hacer político amoroso como madres que son.

Lo que no es creíble es que las autoridades de los tres niveles desconozcan que en México hay fosas clandestinas, campos de extermino, de adiestramiento de sicarios y hornos crematorios. Muchos de ellos están coludidos, y Jalisco y otras entidades son clarísimo ejemplo, y eso también ha sido negado. Los costos siguen estando a la vista y nos horrorizan.

¿Cómo seguir resistiendo este horror en el que nos han colocado, por acción u omisión, quienes han convertido a México en una fosa clandestina? Una manera es seguir y apoyar el ejemplo de las madres buscadoras. Ellas, que guiadas por el amor buscan y encuentran a sus tesoros. Ellas, que incansablemente, con el miedo a cuestas, rastrean, hunden varillas, perciben olores y, sin pretenderlo, desnudan la realidad estremecedora de esta “democracia”.

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jl/I