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Nociones

Hace un par de semanas una persona me escribió que presenció lo que, al parecer, fue un acto de corrupción de la policía municipal. Ya noche vio las luces de una torreta de patrulla que se detuvo casi enfrente de su negocio. Los agentes habían detenido a un hombre con una mochila. Según lo que escuchó, estos confirmaban mediante radio que tenían a una persona con las características de alguien reportado previamente.

La conversación iba y venía. Revisaron las pertenencias del muchacho. No se veía qué traía, me dice, pues ya estaba oscuro. En algún punto, los policías se quedaron parados y dejaron ir al sospechoso, sin decir nada. El hombre aquel caminó a toda prisa sin sus pertenencias. La mochila estaba ahora en manos de los oficiales, que se subieron a la patrulla, hablaron algo por la radio y se fueron al lado contrario de por donde aquel hombre sin mochila había desaparecido.

Cuando leí la breve historia pensé que, tal vez, los policías, buenísima onda, habían dejado ir al sospechoso y entregarían la mochila como si se la hubieran encontrado tirada en la calle; eso le contesté a quien me escribió. Me respondió que esa escena solía pasar por sus rumbos con cierta frecuencia: agarraban a algún muchacho, lo revisaban, lo dejaban ir y ellos se quedaban con las cosas; no era nuevo. Ingenua, me dije.

“Es porque vives en Guadalajara”, me respondió en otra ocasión, no hace mucho, un amigo cuando platicábamos de que las policías municipales me parecían las menos peligrosas de todas cuando se trataba de abordarte sin aviso… “Porque si vives allá en un municipio colindante a otro estado o andas en una brecha en Este Señor Municipio, entonces sí te preocuparía”, remató. Ingenua, me dije.

Hace muchos años, cuando comenzaba a trabajar en los medios, mis compañeros hablaban de las veces en que la policía los había parado solo porque sí. Yo, ajena al mundo, les comenté que a mí jamás me había pasado. Un reportero de nota roja me respondió: “Porque tú no eres del tipo de persona que detendrían jamás (ese ‘jamás’, en ese entonces, sonaba definitorio y eterno). Tú podrías ir cargando un kilo de marihuana y no te pararían”. Después entendí que tenía privilegios, como mi color de piel o la colonia tapatía en la que vivía, que en aquel tiempo se caracterizaba por su buena vecindad y sus espacios comunitarios. Fue en aquel momento cuando me di cuenta de que esas interacciones con la autoridad eran muy diferentes para cada quien y que yo, por fortuna, no había enfrentado. Ingenua, me dije.

Este miércoles, la Fiscalía del Estado informó que detuvo a cinco policías (cuatro hombres y una mujer) de San Marcos, un municipio de menos de 4 mil habitantes colindante con Nayarit. Están señalados por los delitos de homicidio calificado, tentativa de feminicidio, abuso de autoridad y desaparición forzada; además, a los cuatro hombres también se les adjudica el delito de violación, en hechos ocurridos a inicios de abril.

¿Cuántas víctimas de las propias policías habrán pensando como yo en algún momento de sus vidas? ¿Cuántas se imaginaron que jamás las detendrían para una revisión “de rutina”, que podían acudir a los agentes para pedir ayuda, que no era más que un malentendido eso de acabar en los separos para después irse tranquilamente a casa?

Ingenua, me digo.

X: @perlavelasco

jl/I