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Dicotomía falsa dar pescados o enseñar a pescar

Llegan con su andar de piernas frágiles. En ocasiones los acompaña un familiar, quien los coge del brazo para evitar que se caigan. Con bastones, en silla de ruedas, con señales de párkinson, el cuerpo encorvado o recto, se forman para sacar dinero de los cajeros automáticos o que una cajera los atienda en alguna de las sucursales del Banco del Bienestar. Son los pensionados por el gobierno federal. Cada dos meses acuden por 6 mil pesos para sus gastos. Los reciben directamente, sin intermediarios. Con más de 65 años de edad a cuestas, se notan cansados y enfermos, la mayoría.

Son los beneficiarios de uno de los programas sociales relevantes de la administración federal. Con excepciones, buena parte necesita esos apoyos. No es una gran suma de dinero, pero como dice uno de ellos: “Para quienes tenemos necesidad, los más pobres, son muy buenos; ¿dónde estaban?”. Alcanzan para frijoles, pan o huevos; pagar el transporte o, sobre todo, las medicinas. Es difícil encontrar un adulto mayor que no destine parte de sus ingresos a comprar medicamentos.

Los derechohabientes que reciben pensiones y programas del bienestar son alrededor de 15 millones en México. ¿Hay que enseñarles a pescar o darles pescados? La presidenta Claudia Sheinbaum dijo este domingo: “Nosotros enseñamos a pescar, pero también damos el pescado”.

Enseñarles a pescar o darles pescado a los más pobres es una falsa dicotomía que ha encendido debates. ¿Por qué no una combinación de ambas posturas, en el mejor de los casos, si seguimos esa lógica? Aunque ninguna de las dos, por sí sola, resolverá a corto plazo la pobreza, y cada una puede tener pros y contras. Si a los marginados solamente se les entregan pescados, se entreabren la corrupción y la manipulación política al condicionar la entrega de despensas o programas a cambio del seguimiento incondicional a un partido o un gobierno. El clientelismo político, como intercambio de favores y apoyos, es una deleznable práctica.

También, solo recibir pescados conduce a una postura pasiva que puede convertir a quienes sí pueden pescarlos, en dependientes, acomodaticios, supeditados a que siempre les den. Tendrían una actitud oral, infantil, la del niño que solo abre la boca para recibir la comida.

La otra arista es que, en un país como México, con enormes contrastes sociales y económicos, con carencia de oportunidades y espacios para fomentar el bienestar, es necesario y humanitario apoyar a los que menos tienen. A quienes han entregado su vida al trabajo, los históricamente abandonados, los vulnerables, es un derecho que el Estado vele por ellas y ellos.

Enseñar a las personas a pescar es complementario. Los apoyos económicos emprendedores, la educación y la capacitación, son necesarios. Las academias municipales, los fondos para respaldar negocios, las escuelas técnicas, las universidades para adultos, son de los espacios formativos para desarrollar conocimientos y habilidades. Sin embargo, está ausente un proyecto educativo nacional para personas de la tercera edad.

No respaldar estos programas sociales, denostarlos agriamente, despreciarlos desde la visión de clase social privilegiada o criticar con calificativos hirientes a los beneficiarios, fue uno de los errores estratégicos de la oposición, sobre todo del PAN. El bienestar común que pregona el partido blanquiazul es solo un discurso.

X: @SergioRenedDios

GR