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Comodidad

En la Ciudad de México había dos tipos de camiones urbanos de pasajeros: los chatos de $0.40 y los trompudos de $0.35 por boleto. Mi papá los utilizaba para trasladarse a sus ocupaciones laborales, mientras que había hecho un acuerdo para que a nosotros nos llevara a la escuela un vecino, en cuyo Renault Gordini nos apretujábamos dos de mis hermanos y yo, con los tres vecinos y su papá.

Fue hasta 1964 –como ya relaté en este espacio– que tuvimos un pequeño Ford Consul y eso cambió la dinámica de transporte de la familia. Cuando entré al bachillerato en la Vocacional 2 comencé a ir a clases en el transporte público. La ruta 52 México-Hospitales y la 68 Indianilla me dejaban en la Ciudadela a media cuadra de la escuela. Una de ellas tenía terminal a tres calles de la casa y la otra pasaba en la esquina.

Aunque las condiciones de tránsito vehicular eran diferentes, la problemática de los camiones urbanos era muy similar a la actual: exceso de velocidad para alcanzar y rebasar al de adelante y ganarle el pasaje, camiones sucios y en mal estado, malos modos, etcétera.

Unos años después, en 1969, llegó el Metro. Los trenes eran nuevos y se desplazaban bastante rápido. Recuerdo que fui con tres amigos un día por la noche para probarlo y fuimos de Chapultepec a Zaragoza y volvimos en un dos por tres.

Hoy en día el Metro es un riesgo para quienes lo utilizan. Lamentablemente los gobiernos federal y de la Ciudad de México (CDMX) han disminuido los recursos para mantenimiento, tal como han hecho con todo aquel presupuesto del que se pueden apropiar para financiar sus programas sociales.

Hay como ejemplo tragedias que advierten del mal uso de los presupuestos, incluso desde la construcción de las rutas, como sucedió con la Línea 12, que se desplomó debido a deficiencias en su construcción, aunque pretendan negarlo.

En la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) las cosas no son diferentes. Desde hace mucho se sabe que los concesionarios son un grupo de personajes amafiados que exigen mucho sin dar nada a cambio. El gobierno de Enrique Alfaro les regaló un enorme presupuesto para que no subieran el precio del transporte y otro igual para que renueven sus unidades.

Algunos mexicanos son culpables de ensuciar y maltratar los vehículos del transporte público. Por eso el servicio es un asco, aunque debo reconocer que cuando he tenido que usar la Línea 3 del tren eléctrico urbano en la ZMG, está limpio y funciona con bastante precisión.

Hace 25 años tuve la oportunidad de viajar a Japón por trabajo y recuerdo que hicimos uso del Metro en Tokio. Me llamaron la atención algunas cosas: el tramo más corto (sólo tres estaciones) valía el equivalente a $28 y de ahí iba subiendo, los carros estaban limpios y cómodos y en los andenes avisaban la hora en que llegaría el siguiente tren.

Ojalá que algún día contemos con un servicio de transporte así para trasladarnos con comodidad y que nos convenza de dejar el auto en casa.

Así sea.

@benortegaruiz

GR