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De corcholatas, moratorias y distractores

Desde el fin de semana pasado la actividad política en el país ha estado muy movida y, al momento de escribir estas líneas, continúa con el mismo frenesí. Con el mitin del domingo pasado en Toluca (“pacto de unidad”), convertido en pasarela electoral para las “corcholatas” de Morena, se inauguró de hecho la justa electoral para 2024. Dice el dicho que al que madruga Dios le ayuda, aunque también se dice que no por mucho madrugar amanece más temprano. 

Pero no solo se dio el banderazo de salida a la carrera presidencial, sino que se ha inaugurado una versión novedosa del tradicional tapado, como remedo de la más rancia usanza priista que distinguió la segunda parte del siglo pasado y que agarró a la oposición con los pantalones a las rodillas. 

Sin duda las tres corcholatas del presidente han salido con una ventaja sobre los inexistentes precandidatos de la oposición y que les da una peligrosa ventaja en apariencia insuperable. En realidad, la carrera presidencial es entre estos tres personajes. La pregunta es si es carrera de fondo, de medio fondo o maratón. Por la distante fecha de 2024, se vislumbra maratón; sin embargo, las corcholatas salieron como si se tratara de una carrera de sprint. 

Por lo pronto, los tres tapones metálicos —siendo funcionarios públicos— andan placeándose y tratando de destacar, no en sus cargos públicos como debieran, sino en escenarios mediáticos y publicitarios. Los anuncios sobre ruedas y los espectaculares del hombre que despacha en Gobernación (“#Adán va”) y las bardas de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México (#EsClaudia) son de quienes se disputan la punta, mientras el canciller mil usos se rezaga en este renglón. 

¿Pueden estas acciones ser consideradas como actos anticipados de campaña y por lo tanto susceptibles de ser sancionadas? Una cosa ha quedado en claro: que desde la promoción de la revocación de mandato (“que no me vengas que la ley es la ley”, AMLO dixit) los suspirantes morenistas se han pasado la ley por el arco del triunfo. Lo vimos con la constante presencia en los estados para apoyar a los candidatos de Morena en las pasadas elecciones. Ya el INE cuestiona a Sheinbaum si pretende ser candidata de Morena a la Presidencia. 

Por otro lado, la oposición contraataca la orden del presidente de “no le muevan ni una coma” y a los amagos de la reforma electoral, con la “moratoria legislativa” (lo que eso signifique), decisión tomada sin el consentimiento de al menos los legisladores priistas. Alito tomó la decisión como dirigente partidista, no como líder de la bancada tricolor. 

Los liderazgos del PAN y del PRI están en el punto más bajo de su ejercicio partidista. Lo único que pueden presumir son números rojos como resultado de las últimas disputas electorales. Si ambos partidos quieren ser protagonistas en la contienda presidencial que se avecina, deben renovar sus liderazgos: con Marko Cortés, el PAN ha perdido 6 gubernaturas desde 2018 y con Alito el PRI ha recibido 11 descalabros. Ambos han probado ser los mejores aliados de Morena. Además, en su momento, los dos líderes intentarán imponer su propio candidato… que no tienen. 

Además de otros distractores (horario de verano, reforma electoral), centrarse en la sucesión presidencial de 2024 es la mejor estrategia de AMLO para evitar dar cuentas del mal desempeño de su mandato en el combate a la inseguridad: a 34 meses de su encargo, en el país se han cometido 123 mil 435 homicidios dolosos (65 por ciento más que durante todo el sexenio de Peña Nieto y 131 más que el de Calderón). Lo números hablan. 

Twitter: @ismaelortizbarb 

jl/I