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Porque nos la quitaron
Apenas rindió protesta como presidente de Estados Unidos (EU), Donald Trump lanzó un discurso para sus seguidores, nación y, en sí, para el planeta. Casi todo fue repetición de lo que dijo como candidato y luego como presidente electo, solo que esta vez lo hizo en calidad de mandatario estadounidense, y fue su primera narrativa pública; eso le da otro carácter a lo que declaró, frente a la élite política, económica, militar y religiosa del vecino país. La investidura y el contexto le otorgan un carácter distinto a su alocución. Habló el presidente de la nación más poderosa del mundo, y lo que afirmó tiene repercusiones.
Uno de los hilos de su discurso fue presentar al país que gobierna por segunda ocasión como una supuesta víctima de acontecimientos sobre todo externos. Sin asumir las condiciones internas, habló de la “gloriosa” nación que “ha sufrido” y de la que otros países se han “aprovechado”. Con ese panorama como piso, se presentó como el salvador de EU, el mesías que lo convertirá en “más grande y más fuerte”. Repitió lo que históricamente ha ocurrido con otras naciones, que se autoconsideran, a través de sus gobernantes, elegidas por dizque designios divinos.
Tan es así que, sin rubor alguno, Trump sostuvo, en alusión a los fallidos atentados en su contra, que Dios lo salvó para volver a hacer a Estados Unidos grande. Eso, luego del rito de jurar sobre la Biblia y de que, tras su perorata, dirigentes de las principales iglesias oraron para que le vaya bien a su gobierno y al país. EU no es un Estado teocrático y tampoco laico, pero los religiosos lo arroparon, como han hecho con anteriores presidentes norteamericanos.
Su discurso fue amenazante, en especial contra México y Panamá, al que buscará arrebatarle su canal que considera es de EU, pero que, dijo, opera China. La frontera sur estadounidense la declaró horas después en “emergencia nacional”, la militarizará y retomará la construcción de un muro. El respeto a la soberanía y autonomía de ambos países, desde su visión eso no importa.
Trump construyó enemigos externos que incluyen a los migrantes, y a los grupos criminales de otras naciones. No se refirió, obvio, a cómo los primeros han fortalecido la economía estadounidense, ni a los cárteles y bandas ilegales que operan en su propio país. A unos los deportará masivamente, sin asomo de humanismo alguno; a otros los declaró terroristas para presionar con la posibilidad de intervenir con operativos militares en México. ¿Derechos humanos de los migrantes? Eso no existe en el discurso de ultraderecha de Trump. El intimidador amenazó que nada los intimidará.
El mandatario estadounidense es una amenaza mundial por su espíritu autoritario que desprecia el derecho internacional. Reiteró que cobrará aranceles a otros países; bautizó el golfo de México como golfo de América; anunció cambios en su política ambiental, y sacó más tarde a EU del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud. Ejemplo de un egoico violento, Trump advirtió: Nuestra era de oro acaba de empezar, que Dios bendiga a EU. La élite estadounidense le aplaudió de pie, una y otra vez.
X: @SergioRenedDios
GR