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La madre detrás de los grandes artistas


La imagen de unos seis niños aferrados a una barra para aprender ballet, en el patio de la casa de la colonia Seattle en Zapopan, está ya muy asociada con los seguidores de las carreras artísticas de Isaac (English National Ballet) y Esteban (San Francisco Ballet) Hernández, en compañía de su padre Héctor Hernández, quien los formó en la danza. Pero pocos conocen otra imagen, de la que no existe fotografía: una madre encerrada en un cuarto de su casa, con el escritorio atravesado en la puerta para que sus 11 hijos no se escapen de la habitación, mientras ella escribe cartas para gestionar recursos para uno de ellos, quien ha comenzado a destacar como prodigio en la danza.

Esa mamá es Laura Elena Fernández, ex bailarina de ballet, apasionada del voleibol por sobre toda otra actividad física, misma a la que tuvo que renunciar por una importante lesión en un pie. Es el origen de una estirpe de seres humanos a los que formó en principios que pueden resumirse en tres: la honestidad, la justicia y el trabajo en equipo.

“Les daba bloquecitos de madera para que construyeran cosas mientras yo escribía, ahí estaban entretenidos” recuerda la maestra Laura Elena, quien actualmente tiene su escuela y compañía Relevé junto con su esposo.

Los primeros años

Laura Elena Fernández es tapatía, egresada de la carrera en Diseño Industrial, que nunca ejerció. Desde los 8 años acudió a clases de ballet con la maestra Hellen Holt, quien dirigía la única academia de danza de entonces.

“Pero mi pasión era el voleibol. Cuando tenía como 13 ó 14 años la maestra Hellen, que tenía un carácter muy fuerte, me dijo que tenía que decidir entre la danza o el deporte, porque tenía los brazos muy duros para el ballet. Escogí el voleibol, estuve en la Selección Jalisco, pero una lesión en el pie me hizo retirarme”, recuerda con un brillo especial en sus ojos.

Después retomó el ballet con el maetro Alejandro Zibyn, de cuya mano participó en varios festivales. Luego, al graduarse de su carrera, se fue a vivir a Monterrey, donde conoció al compañero de toda su vida: el maestro Héctor Hernández, a cuya escuela de danza se inscribió y con quien hizo muchos proyectos comunitarios en sus primeros años.

“Nos fuimos a vivir a Estados Unidos, a Huston, Texas, y ahí hicimos trabajo comunitario en las casas para hijos de inmigrantes. Les enseñábamos artes. Yo sé tocar la guitarra, porque de niña aprendí de una compañera del colegio en un recreo. Sabía que me iba a servir en algún momento de mi vida y ahí fue”.

Después se pasaron a San Antonio, Texas, donde siguieron con trabajo comunitario y además con proyectos para la universidad, pero sin paga. Fueron tiempos muy complicados, porque no tenían recursos. “Decidimos venirnos a México, a Guadalajara, más que nada porque a mí no me gustaba la sociedad estadounidense para criar a los hijos: allá los educan para ser consumistas, sólo les dan televisión y centros comerciales, no quería eso para formar una familia”, admite.

Principios. Para la maestra Fernández, más que orgullo por la carrera de Isaac y Esteban, y los éxitos del resto de sus hijos, lo que a ella le importa es que sean buenas personas.
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Misticismo

El maestro Hernández estuvo, por oficio de su padre, involucrado siempre en trabajos de construcción, así que eso fue lo que hizo al volver a México para mantener a una familia que ya contaba con cuatro hijos.

“Acá volvimos a hacer trabajo comunitario en Las Juntas. Formamos una escuela autodidacta con los niños de la comunidad, conseguimos material, me acerque al INEA (Instituto Nacional de Educación para Adultos). En aquel entonces empezamos a dar clases de primaria, pero también con la finalidad de que transformaran su vida, ahí iba dos veces por semana, llevaba a mis hijos, ya tenía cinco, les daba clases de inglés y de música, y lo demás se cursaba solo, había cubículos, cada niño tenía su material, era muy revolucionario, en el salón había una mesa con los resultados, se calificaban a sí mismos con lo que se exigía la honestidad, había un monitor que vigilaba que las correcciones eran acertadas”.

Y así formaron también a sus hijos. “Para mí es importante que se sepa que decidimos tener todos estos hijos porque nos acercamos a la Biblia, sin seguir ninguna religión, sino como un libro que es un verdadero manual para el ser humano. Siempre he creído que cada persona que llega a este mundo tiene un propósito en la vida, entonces no iba yo a detener la llegada de ninguno de mis hijos, porque cada uno de ellos tiene un propósito que cumplir en esta Tierra”.

Las bases

Para Laura Elena Fernández, quien actualmente trabaja en un proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de llevar presentaciones de danza a 14 municipios del país, lo más importante ha sido inculcar los valores a sus hijos.

“Cuando Isaac comenzó a destacar en la danza, yo le dije ‘para mí sí es importante que seas un buen bailarín, pero es más importante que seas una buena persona, y si por irte a eso de la danza te vas a echar a perder, no me interesa’”, recuerda.

Y es que la carrera dancística de sus hijos desde luego ha significado un antes y un después en la familia de los Hernández Fernández: de ser criados en su propia casa, donde nunca faltaron los libros y a los que se les acercó a toda clase gratuita en deportes como el karate, y en la que los mismos padres les enseñaron inglés, danza y música, los chicos comenzaron a emigrar.

“Mi esposo me dice ‘Güera, no te pongas triste, que hagan su vida donde Dios los quiera poner’. Y sí, ya no me pongo triste, seguimos al pendiente y siempre estamos trabajando juntos”.

Y así es, porque no hay momento del día en el que la maestra Laura Elena no use el teléfono para enviarle mensajes a sus hijos en diferentes partes del mundo para recordarles lo que tienen que hacer: ser honestos, ser justos y trabajar por los demás.

Los hijos

Emilia, Daniela, Samuel, Abraham (fallecido) Priscila, Elíseo (fallecido) Isaac, Jacob, Esteban, Levi y Yael

Imparable

En la actualidad, no es raro que en la casa de los Hernández la maestra Laura Elena atienda a unos 40 niños, a quienes da clases de danza, pero también les enseña lo mismo que a sus hijos: a acercarse a los libros, a hacer tareas de casa y a apoyar al otro en lo que se necesite

Sabias que…

  • La familia se instaló en la casa de la colonia Seattle en obra negra. Poco a poco fueron construyéndola con cosas que las personas desechaban, por ejemplo las puertas de otras casas
  • La escuela Relevé pertenece al sistema nacional de Salas de Lectura, pues en su recepción siempre hay libros disponibles para los niños y sus padres
  • Emilia, la hermana mayor de todos los hijos, y Priscila, una de las de en medio, se fueron a vivir con Isaac y Esteban respectivamente cuando comenzaron a estudiar ballet fuera de México. Ambas hicieron trabajo voluntario en los consulados de las ciudades de Estados Unidos donde radicaron
  • Leví es un genio de la informática, autodidacta, creador de la plataforma Open Book
  • Daniela es maestra de yoga y atiende un hostal en el que hospeda cada año a los alumnos de Pirouetteando, el curso de verano de alto rendimiento en ballet de sus padres
  • Yael se destacó en el golf y actualmente es un apoyo muy importante en los proyectos de Relevé

JJ/I