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Los rayos de Röntgen

Algunos científicos incluso dudaron de la existencia de los rayos de Becquerel... Giesel escribió a los Curie a fines de 1899 que “desafortunadamente, su hermoso descubrimiento apenas se notó al principio, ya que la gente se había vuelto algo desconfiada debido al trabajo de Le Bon... ni siquiera Röntgen creía en la existencia de los rayos de Becquerel”.

Marjorie C. Malley, ‘Radioactivity. A History of a Mysterious Science’, OUP, Oxford UK-New York (2011), p. 30

 

En la actualidad su extendido uso tanto en el ámbito médico como en el industrial nos hace verlos con una naturalidad difícilmente entendible en la época cuando se descubrieron y los científicos trataban de entender su naturaleza. Me refiero a los bautizados como rayos X. En aquellos años –finales del siglo antepasado– apenas se estaban develando los misterios del átomo y de aquellos elementos que emitían radiaciones las cuales apenas se empezaban a estudiar.

El científicamente prolífico matrimonio Curie compartía su interés en la indagación de los materiales radiactivos; incluso Marie logró aislar el elemento primordialmente responsable de la radiación en el mineral pechblenda utilizado en sus experimentos: el radio, lo que le valiera en parte su segundo Premio Nobel, ahora en Química el año de 1911 “en reconocimiento a sus servicios al avance de la química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, por el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y los compuestos de este notable elemento”.

Pero los antecedentes de todo ello fue elucidar la naturaleza de los rayos catódicos, aquellos que se producen en un tubo de vidrio al vacío dotado de terminales metálicas las cuales se conectan a una fuente de alto voltaje, el hacecillo viaja entonces de una terminal a otra en el interior del tubo y posee una peculiar luminiscencia.

Nacido el 27 de marzo de 1845 en Lennep, reino de Prusia en la Confederación Germánica, Wilhelm Conrad Röntgen estaba realizando experimentos con tubos de rayos catódicos el 8 de noviembre de 1895 cuando se percató de la luminiscencia producida en una cercana pantalla fluorescente descartada cuando encendía los tubos, al hacer otros experimentos la pantalla seguía iluminándose aun cuando el tubo de rayos catódicos se cubría con una gruesa cartulina.

Según cita Clifford A. Pickover en su muy disfrutable libro The Physics Book (Barnes & Noble, NY 2013, p.272) a Kendall Haven, cuando la esposa de Röntgen observa la imagen de su mano producida por los rayos X: “gritó de terror y pensó que los rayos eran malignos heraldos de la muerte”, había visto sus huesos y la argolla matrimonial suspendida. Quien recibió su doctorado en la Universidad de Zúrich extendió sus experimentos sobre dichos rayos; sus resultados le valieron recibir en 1901 el primer Premio Nobel de Física “en reconocimiento a los extraordinarios servicios que ha prestado con el descubrimiento de los notables rayos que posteriormente llevan su nombre”.

Twitter: @durrutydealba

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