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Desapariciones y destrucción de la naturaleza

Desaparecer a las personas y destruir la naturaleza quiere decir solo una cosa: destruir la vida y las posibilidades de su reproducción en condiciones dignas. A estas alturas se puede afirmar que ni la 4T ni la Refundación atendieron estas dos cuestiones vitales. Seguro no por falta de conocimiento e información, sino porque los dos gobiernos, al final de cuentas, se caracterizan por su vocación desarrollista, lo que implica su complacencia con las formas actuales de acumulación de capital sustentadas en la sobreexplotación de la naturaleza, al grado del exterminio de la biodiversidad en pleno contexto mundial de colapso ambiental.

Así, entonces no es casualidad, ni maldición o castigo divino que en México hayamos rebasado con mucho las 100 mil personas desaparecidas y que Jalisco, con muchos más de 15 mil casos ocupe el primer lugar en esa barbarie. La infraestructura urbana de los centros históricos de la Zona Metropolitana de Guadalajara parece insuficiente para colocar en ella las fotos de todas esas personas de las que sus familiares no saben dónde se encuentran ni quien se las llevó. Ya hemos dicho en otras ocasiones que según la información de los familiares estos datos podrían multiplicarse, de menos, por cuatro. Por su parte, los gobiernos niegan saber dónde están, pero tampoco se les ve muy aplicados en encontrarlos. Ambos gobiernos se negaron a poner este problema como prioridad. Las dictaduras sudamericanas que nos horrorizaron durante las últimas décadas del siglo 20 nunca alcanzaron estos números de desaparecidos. Toda una tragedia humana.

Y, por otro lado, tampoco es casualidad que en México y en Jalisco varios de los llamados nuevos límites planetarios podamos sentirlos y verlos en el territorio nacional y de la entidad. Me refiero, por ejemplo, a los efectos del cambio o colapso climático, a la destrucción de la biosfera, a la contaminación química y, de manera más que evidente, a los cambios de uso de suelos.

El gobierno de Jalisco y las agroindustrias del aguacate y del agave, por ejemplo, presumen como logro ser los más grandes exportadores de este alimento y de esta bebida alcohólica. Ahora, más de Jalisco que de Michoacán se envían aguacates a cualquier parte del mundo. Lo que no se dice es la destrucción de la biodiversidad y la contribución al colapso climático que este cambio de uso de suelo está implicando. Tampoco dicen que esa “productividad” se sustenta en la sobre explotación de los trabajadores de ambas agroindustrias. Algo similar se puede afirmar del megaproyecto tren maya, así como la construcción de nuevos aeropuertos.

Bosques, cerros y montañas han sido arrasados y en muchas tierras fértiles donde antes se producían varios alimentos ahora son monocultivos, que han incrementado el consumo de agua dulce (otro límite planetario a punto de ser rebasado) y las inundaciones.

Para fines prácticos, y según la tradición y las formas de gobernar en México, el gobierno federal (AMLO) y el estatal de Jalisco (Alfaro) se encuentran ya en su etapa final. Antes que emprender nuevos proyectos, lo más probable es que estén empezando a arreglar lo que corresponda para hacer la entrega a quien los vaya a suceder.

No obstante lo anterior, seguro ambos gobernantes, sin mayores autocríticas, afirmarán que el país y esta entidad nunca habían estado mejor y por lo cual, sus correlegionarios llamarán a despedirlos con honores.

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jl/I