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Ecocidio en el río Santiago

Va a cumplirse una semana del ecocidio de peces tilapias así como del desborde del río Santiago, sucedidos la madrugada del domingo pasado en las inmediaciones de la ex hacienda Zapotlanejo.

El suceso cayó como balde de agua fría porque, hace menos de un mes, el gobernador Enrique Alfaro había dado por bueno el dicho de sus funcionarios de que, como resultado del programa Revivamos el Río Santiago, que incluyó la construcción de colectores, la ampliación de la planta de tratamiento El Ahogado, el desazolve y la limpieza de lirio, se había avanzado mucho en su saneamiento. Entonces, ¿cómo explicar el ecocidio de peces y el desborde del río? Estos dos hechos demuestran la falsedad de las afirmaciones del gobernador respecto del éxito de este programa con el que inauguró su gobierno. Poco faltó para que afirmara, como se hizo en el pasado, que se pueden hacer buches con el agua del río.

Respecto de este río, de menos desde fines del siglo pasado hay dos narrativas confrontadas. Por un lado, la de los gobernantes que niegan la contaminación, que ésta ponga en riesgo la vida de las especies acuáticas y menos la de las poblaciones humanas y, por otro, la de la sociedad que considera que las aguas del río son letales. Esta controversia se agudizó a partir del 13 de febrero de 2008 cuando falleció el niño Miguel Ángel López Rocha, quien el 25 de enero del mismo año accidentalmente cayó al río. En su sangre había niveles altos de arsénico.

El gobierno actual, como vemos, afirma que se han hecho avances considerables en el saneamiento del río, pero la necia realidad sigue diciendo lo contrario y por ello, como el río, se desbordan las preguntas al respecto.

Se sabe que las tilapias no son endémicas del río. Se les considera como especie invasiva que al alimentarse de los huevecillos de otras especies las exterminan. Existen versiones de que días antes de este ecocidio, varias personas, con tarrayas y para consumo humano, las pescaban en el río. ¿Quién las sembró o cómo llegaron al río? También se sabe que esta especie sobrevive en aguas fuertemente contaminadas y requiere de poco oxígeno para vivir. Si el Santiago estuviera limpio o poco contaminado no deberían haber muerto y mucho menos cuando, se supone que gracias a las lluvias, el cauce está un poco más limpio.

Son muchas las dudas que deja este ecocidio que, por cierto, recuerda casos similares acontecidos años atrás en la laguna de Cajititlán, atribuidos a que, al llover, el agua escurre hacia la laguna arrastrando los tóxicos contenidos en los fertilizantes utilizados por los agricultores. Si eso sucedió también en este caso, hablaría muy mal de los campesinos que siguen utilizando fertilizantes tóxicos.

Preocupa la lentitud de las autoridades para atender el caso. Hasta ayer los peces seguían descomponiéndose al aire libre y las autoridades municipal y de salud solo atinaron a cubrirlos con cal. Seguro no cambiará la opinión social, pero igual, así sea a destiempo, las autoridades, después de los análisis de laboratorio, deben informar verazmente qué los exterminó y cuál es la verdadera calidad del agua del río Santiago.

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jl/I