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Fallaron los modelos

Otis también echó por tierra los modelos para pronosticar los comportamientos de los huracanes. En Estados Unidos, Brian McNoldy, investigador de huracanes de la Universidad de Miami, simplemente dijo: “fue una locura”, mientras que Kerry Emanuel, experto en huracanes y profesor de ciencias atmosféricas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus iniciales en inglés) afirmó que “los modelos se equivocaron por completo”. En México, Jorge Zavala Hidalgo, director del Instituto de Ciencias de la Atmósfera, aseveró: “nadie hubiera creído que podíamos observar un error tan grande”. Y ahora sabemos por el dicho de este científico que no hay suficientes boyas en el Pacífico ni en el Caribe de la red de radares, y que el gobierno mexicano depende de los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos.

Por su parte William Lee Alardín, coordinador de investigación científica de la UNAM, aseguró que “se tiene una historia de los modelos más conocidos y así se hacen los pronósticos. Se requiere tener más capacidad de extraer información y revisar este evento porque no lo reprodujeron adecuadamente los modelos”.

Después de sorpresa tan desagradable, seguro los científicos expertos en huracanes estarán aplicados en encontrar dónde y en qué fallaron sus modelos, sus tecnologías y cómo podrán utilizar con mayor eficacia la inteligencia artificial. Ojalá que de esta consideren que por muy inteligente que sea es artificial.

Está bien que se mejoren los sistemas para pronosticar los huracanes y los sismos para prevenir a la población de sus riesgos. Estas no son necesidades nuevas, pero sí se asume, y Otis es la evidencia empírica, que éstos, en el contexto del colapso climático, serán diferentes a los registrados históricamente, entonces, las políticas, los programas, la infraestructura y las medidas concretas de protección civil deberían repensarse suponiendo eventos desastrosos.

Es muy importante lo anterior, pero considero que no habrá mejor política de protección civil que lograr que el sistema productivo deje de hacer todo lo que daña la naturaleza y restaurar y recuperar para la naturaleza, y por tanto para nosotros, lo que aún sea posible.

Hace años lo sabemos, pero no se quiere asumir que este sistema con sus formas desarrollistas y depredadoras es quien atenta contra la naturaleza y la vida en todas sus manifestaciones. Otis es solamente la versión más actual de la fuerza inusitadamente devastadora de cómo puede responder la naturaleza ante el dolor que le hace sentir este sistema.

Científicos, gobernantes y, en el caso de Acapulco, los empresarios de la industria del gran turismo se dicen sorprendidos, sin embargo, por lo dicho, pretenden reconstruir Acapulco en el mismo lugar y con los viejos criterios. Así, la bahía pronto estará recuperada y sus “desarrolladores” volverán a hacer lo mismo hasta que los “sorprenda” el siguiente huracán o que los alcance el mar cuando éste suba de nivel debido al deshielo de los polos.

No sorprende la respuesta inmediata de los banqueros, de Slim y la Fundación Telmex, entre muchos, para la reconstrucción de Acapulco. Lo que no se sabe es si estas respuestas inmediatas consideran también la recuperación de las comunidades pobres y devastadas por el sistema desde antes de Otis y hoy en peores condiciones.

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Y en otras cuestiones, ¿por qué la Sedatu, por causa de utilidad pública, no expropia los ejidos del bosque La Primavera, como si lo ha hecho en Yucatán y Quintana Roo para el tren maya?

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jl/I