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El partido oficial y el reto de convertirse en partido

El proceso electoral de 2024 ha comenzado y, con ello, vienen una serie de transformaciones importantes que tienen que ver, fundamentalmente, con la administración federal y con el partido en el poder. Se perfila con ello, de entrada, un considerable cambio en zonas sensibles de la administración federal y de la Ciudad de México.

La convención de Morena, el domingo 11 de junio, estableció los mecanismos de participación para competir por la obtención de la designación del candidato de ese partido. Varios de los acuerdos dados a conocer ese mismo día ya habían sido largamente ignorados por los precandidatos en esa misma sesión.

La condición exigida por el secretario de Relaciones Exteriores, de renunciar a los cargos que tienen en este momento los precandidatos, se cumplió y, con ello, la inminente renuncia de puestos importantes requerirá la integración de nuevos miembros en un gabinete que ha sido más o menos refractario a los cambios, en todo caso, no se habían experimentado tantos en un momento preciso. Las secretarías de Relaciones Exteriores y Gobernación, la presidencia de la bancada de Morena en el Senado y la Ciudad de México se verán transformadas en pocos días.

Las ventajas que ofrece pertenecer a una cartera del gabinete federal, se busca que cambien al convertirse en precandidatos sin el soporte del puesto que se tiene. Es decir, parecería un proceso similar a la competición electoral federal, pero solamente para obtener la precandidatura del partido. Habrá un proceso de promoción, propaganda, proselitismo generada por los precandidatos para convencer a las bases del partido y conseguir con ello, de acuerdo con las reglas, la candidatura para competir en la elección de 2024.

Todo este procesamiento puso en funcionamiento, tal y como no se había puesto a prueba, la presencia y participación del partido. Con ello, si bien el eje central está única y exclusivamente en el presidente del país, la conformación de esta estructura pone a operar al partido. Si se hacen bien o mal las cosas, el costo político va hacia el partido y no hacia el presidente. Sin que se repitan los mismos modelos del priismo tradicional, constituye este ejercicio una especie de esquema organizado e institucional para crear una condición en la que, aparentemente, no sea una sola la decisión la que determine la designación de la candidatura.

A pesar de la forma que ha tomado el proceso en Morena, por lo menos, el secretario de Relaciones Exteriores se apega a la institucionalidad del partido para exigir, en esa instancia, el cumplimiento de las reglas pactadas y que, el partido se convierta, realmente, en un árbitro de la competencia. Esto, obliga a Morena, a convertirse en una estructura orgánica e institucional, finalmente, separada de la administración, lo que dejará ver la consistencia que puede ofrecer esa estructura en su calidad de partido.

El inicio del proceso, como en la historia de las candidaturas, comienza a generar un declive en el tamaño e injerencia de las decisiones del presidente. No cabe duda que su peso seguirá presente dado que tiene como soporte la Presidencia del país, pero en la medida en que se acerque el final de la administración, ese peso que tiene se trasladará hacia nuevos actores que, en este momento, compiten ferozmente al interior del partido.

La ruta y estructura que adquiera el proceso en Morena, será el mecanismo que incidirá en la oposición que hasta este momento no ha logrado sacudirse el letargo en el que se encuentran anclados desde 2018. ¿Logrará transformar la estructura de decisión el secretario de Relaciones Exteriores y, eso significaría, que logrará obtener la candidatura? En este momento, ésa es la pregunta. Curiosamente, como en procesos que se suponían ya superados, toda la trama de organización y proyección está en un partido.

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