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Cambio

Según los números totales de la pasada elección sólo alrededor de treinta y seis por ciento del padrón electoral votó por Morena y la continuidad del proyecto impulsado por López Obrador.

Lo anterior significa que solamente el veintiocho por ciento de la población del país eligió a quienes gobernarán a los poco más de 129 millones de mexicanos que somos en total.

Si sólo votaron por alguna de las otras opciones el veintitrés por ciento de los 98 millones que integramos el padrón, resulta que el cuarenta y uno por ciento de los mexicanos que pueden votar se sentaron a esperar a que los demás decidiéramos por todos, o sea, el resultado de la elección fue producto de una tremenda apatía que, al parecer, nos tiene dominados.

Vale la pena entonces analizar por qué quienes integran ese cuarenta y uno por ciento del padrón decidieron no votar.

Aunque hay bastantes explicaciones al respecto, es difícil que los estudiosos en materias como la sociología, la sicología, la mercadotecnia y la política consigan explicarlo a pesar de sus concienzudos análisis. Así que, en este punto, tendremos que entrar en el terreno de la especulación como todos los demás.

De los que votaron por Morena sabemos tres cosas:

Primero, que hay un nutrido grupo de fanáticos que siguen a López Obrador a ciegas y creen en lo que dice como si fuera palabra divina, ese grupo es el que constituye lo que llaman su voto duro.

Segundo, están aquellos que reciben dinero por no hacer nada, los ninis, madres solteras, beneficiarios, etcétera, que viven sin dar golpe sumando varios de estos programas por familia.

Y, tercero, que hay muchos, principalmente adultos mayores, que cayeron en el garlito publicitado por Morena y sus aliados en las campañas asegurando que, si votaban por alguien diferente, perderían el dinero que reciben cada bimestre de los famosos programas sociales del gobierno, que ahora se entregan por ley.

Tenemos así que los más de cuarenta millones de ciudadanos que quedan se abstuvieron de ejercer su derecho y cumplir su obligación de acudir a las urnas para elegir a los nuevos gobernantes, seguramente, por miedo a perder sus apoyos o por comodinos.

Si tomamos en consideración el factor dinero, tenemos a los muchos millones de mexicanos, cerca de la mitad de la población, que se encuentran en pobreza o, peor aún, en pobreza alimentaria y que atesoran el poco dinero que reciben de los programas sociales para poder poner comida en la mesa.

Así las cosas, son dos temas los que realmente importan: uno, abatir la actitud conformista que han asumido muchos mexicanos desde la época de la conquista, hasta eliminarla por completo; y, dos, la obligación que el gobierno tiene de generar las condiciones para que haya oportunidades bien pagadas para todos sin importar su edad, por un lado como incentivo para que los jóvenes estudien y se preparen, o, por el otro, para que los adultos mayores que aún aspiran a algo más que su pensión, puedan alcanzar sus metas.

Ojalá que abramos los ojos para exigir esas condiciones a los nuevos gobernantes del país.

Así sea.

X: @benortega

jl/I