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Merecimientos (parte 1)

Recuerdo que cuando estudié en la Voca 2, allá en 1968, cuando todavía se encontraba en un edificio en la calle de Tres Guerras y General Prim, cerca de la Ciudadela, en la CDMX, tenía un compañero y amigo de nombre Evaristo. Compartíamos un restirador de dibujo en el salón 23 del edificio, pues nos impartían las clases en esa aula destinada originalmente para ese fin.

Evaristo era una persona introvertida, no hablaba mucho de él mismo ni de su familia o de su lugar de origen; hablábamos más bien de cuestiones escolares y de cosas triviales, y sólo nos veíamos en la escuela. Nuestro desempeño era apenas aceptable o poco más, y nuestra preocupación eran los exámenes y las calificaciones.

Un día en que Evaristo llevaba dos faltas me mandaron a buscar de la oficina del subdirector. Ahí fui informado por el maestro que mi amigo se había suicidado en su casa y que unos agentes querían hablar conmigo. Me preguntaron cómo era él, de qué hablaba y si algo le preocupaba o si presentaba señales de querer hacerse daño. Al final, la conclusión a la que llegaron fue que era tanta la presión que sentía por dar resultados en los estudios, que no la soportó.

Definitivamente estudiar no es fácil. No sólo es cuestión de querer hacerlo; se requiere mucho más que voluntad, aunque ésta es sin duda una parte importante para lograrlo. Para asistir a una institución educativa es necesario conjugar muchas condiciones personales, familiares y de circunstancias de vida que permitan a la persona hacerlo.

Se requiere desde luego un nivel mínimo de inteligencia, algo de talento y deseos de superación. Es necesario tener el apoyo de la familia que permita dedicarse solamente a estudiar, aunque, hay que decirlo, existen muchos ejemplos de personas que trabajando y estudiando consiguieron terminar carreras profesionales que ejercen con éxito a lo largo de sus vidas.

Luego están la disciplina y el compromiso necesarios para afrontar la responsabilidad de estudiar, deben hacerse los trabajos que encargan los profesores, hay que machetearle al estudio en preparación de clases y exámenes, todo lo cual implica muchas horas diarias además de las de asistencia a clases. No puede admitirse nada que distraiga del objetivo. Todo esto requiere de un esfuerzo importante.

Cuando la familia tiene posibilidades de pagar por educación en escuelas privadas, el peso del compromiso para el estudiante aumenta junto con la ansiedad por obtener resultados positivos.

Una vez terminada la licenciatura, muchas personas deciden emprender estudios de posgrado, maestrías, doctorados, otra licenciatura, todo esto ya por cuenta propia.

Cuando uno se entera de la cantidad de estudios con que cuentan los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como muchos magistrados y jueces, puede entender que conocen perfectamente las leyes para ejercer el puesto de juzgadores y, en la mayoría de los casos, impartir justicia imparcialmente.

¿Cómo entonces se pretende que sean electos por voto popular, por ciudadanos que difícilmente saben por lo que tuvieron que pasar para llegar a la posición que tienen?

Por eso, en principio, no debe aprobarse la reforma en esos términos.

Así sea.

X: @benortega

jl/I