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Temaca y una herida que no cicatriza

Talicoyunque es un pequeño asentamiento de unas 30 viviendas modernas, con grandes ventanas y jardín. Podría parecer un lugar lindo si no estuviera en medio de la nada y careciera de servicios. De hecho, lo marca una paradoja: fue construido para hacer posible el proyecto de dotar de agua a la ciudad de León, Guanajuato y a la Zona Metropolitana de Guadalajara, pero quienes ahí vivían no tenían agua. Cada determinado tiempo una pipa llenaba una cisterna para las cuatro o cinco familias que lo habitan.

El caserío fue instalado para que ahí comenzaran a mudarse los habitantes de los poblados de Temacapulín y Palmarejo, ubicados en el municipio de Cañadas de Obregón, una vez que aceptaron entregar sus viviendas. Muy pocos admitieron el intercambio; para recibir esa casa no sólo firmaron un contrato con el gobierno federal, sino que tuvieron que derruir su vieja casa.

En Talicoyunque no hay espacio para criar una gallina o para sembrar una milpa, me contó hace varios años un habitante de Temacapulín. Era de esos viejos que se mantuvieron en resistencia.

Hay otro proyecto de vivienda similar, el cual fue llamado Nuevo Acasico. Se construyó sobre una ladera y también las casas son modernas. Para convencer a los habitantes de Acasico de mudarse les aseguraron que tendrían la mejor vista a la presa. Las casas nunca se ocuparon pues la mala estructura hizo que pronto afloraran las cuarteaduras.

También les aseguraron que podrían mantener sus actividades productivas agrícolas. Incluso, todavía hace algunos meses, en una planicie junto al Nuevo Acasico sobrevivían los despojos de lo que fue un intento de vivero, recuerdo de un proyecto fracasado, el cual consistía en garantizar la reproducción de árboles y plantas endémicas.

Talicoyunque y Nuevo Acasico son como una herida que no cicatriza y que sirven de prueba para confirmar que la reparación del daño causado a los pobladores de Temacapulín, Acasico y Palmarejo sigue pendiente.

La semana pasada, con motivo del primer aniversario de aquella visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Temacapulín, para confirmar que se modificaría el proyecto de la Presa El Zapotillo y quedarían a salvo los tres poblados que gobiernos anteriores pretendían inundar, pobladores confirmaron que no se ha avanzado en la reparación del daño.

En la lista de acciones pendientes está la posibilidad de que quienes aceptaron mudarse a Talicoyunque y Nuevo Acasico, aun cuando ya no vivan ahí, puedan regresar a sus poblados de origen. Esto significa, para comenzar, que se les garantice el derecho a una vivienda.

También se debe definir el destino que se dará a los terrenos de las viviendas que fueron derruidas. Según dio a conocer María González Valencia, investigadora del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (Imdec), quien ha acompañado a los pobladores en su lucha, los predios están en manos del gobierno del estado. La petición es que se encuentre alguna figura para devolverlos a sus propietarios o que sean entregados a la comunidad para darles algún uso a favor del mismo poblado.

Pero también se espera que los acuerdos que se firmaron hace un año con autoridades federales sean elevados a categoría de decreto, pues la cuenta regresiva del actual gobierno comenzó y no se puede correr el riesgo de que una autoridad futura los incumpla.

Además, se debe garantizar el derecho al agua para los tres poblados, reclamo al que también se han sumado los productores de los Altos, ya que con la modificación al proyecto de la Presa El Zapotillo solo se previó el agua para la ZMG. Todo esto, sin contar que en los últimos años los gobiernos municipales, estatal y federal han castigado a los poblados por su resistencia, dejándolos fuera de obras y programas.

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