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Comienza la nueva administración

A partir de ahora se desarrolla un nuevo sexenio, circunstancia que implica una nueva administración y, con ello, independientemente de las coincidencias con la línea política que representa el movimiento al que pertenecen el presidente saliente y la nueva presidenta, las adaptaciones necesarias de la gestión administrativa implicarán fórmulas distintas que tendrán que ver con la proyección de la administración pública que requieran poner en práctica los nuevos funcionarios.

La estructura institucional de la administración pública se vio fuertemente impactada con el desarrollo de la gestión federal que acaba de culminar. Al margen del estilo personal de gobernar del presidente saliente, la base de las estructuras institucionales constituyó el factor que generó orden de acuerdo con la reglamentación y pautas de operación que se requirieron para un funcionamiento operativo regular.

El examen complejo de la emergencia generada durante la pandemia puso a prueba las bases mismas de la operación administrativa y, posterior a las improvisaciones y adaptaciones, se lograron normalizar algunas acciones desestructuradas a partir de una refuncionalización de la maquinaria institucional que se encuentra a la base de operación.

La nueva administración comenzará, precisamente, a partir de un diseño institucional que, con las modificaciones y reformas establecidas, constituyen un reto, en este punto de partida. Ciertamente, algunas acciones de la administración saliente generaron sorpresas, sin embargo, en la revisión más acuciosa del desempeño administrativo, se mantuvo una cierta regularidad.

El acompañamiento narrativo de la presidencia saliente constituyó un sello indeleble del estilo. En efecto, algunas decisiones polémicas comprometieron asignaciones presupuestales de enorme consideración. La gran pregunta es si la nueva proyección de la administración federal se sustentará en ese estilo. Parece ser que no. Una debida planeación y orden en el esquema de la administración son posibles y el desentono de las declaraciones parece que tendrán un nuevo giro que, por lo que se puede percibir hasta ahora, tendrán cambios en las formas. Así, se tratará, indubitablemente, de una nueva forma de gobernar. No se trata de una ruptura o de cambio de modelo político, pero ciertamente se requiere un desarrollo estable atendiendo a la regularidad institucional.

Durante el primer tramo de gobierno habrá una enorme cantidad de comparaciones en el ambiente de opinión. Sin embargo, será importante notar si los ejes de la administración, más que aquellos que formen parte del universo simbólico, atienden a los requerimientos de una proyección de la economía, la salud, el comercio, la educación y el desarrollo social que se vean beneficiados por las políticas que se pongan en funcionamiento.

La zona discursiva y simbólica que formó parte de la administración saliente no deberían constituir parámetros de dirección de esta nueva administración. No se trata de cambiar los ejes ideológicos, sino de fortalecer una planeación y proyección del país a partir de un compromiso con la gobernanza general, circunstancia con la que la presidenta se ha comprometido como una diferencia sustancial, al pedir licencia de su militancia con el partido y comprometerse con la administración pública del país.

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