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Fábula del pastor y el lobo

El fin de semana pasado presenciamos dos debates entre candidatos: uno tuvo lugar en Jalisco (gobernador) y el otro, en Ciudad de México (jefe de Gobierno). Los resultados de estos debates y su correlación con las encuestas electorales son motivo de reflexión y análisis.

Es importante destacar que ningún participante en la contienda discursiva se considera perdedor: todos emergen ganadores. Ningún miembro de los equipos de campaña admitiría que su candidato haya salido derrotado. Esa palabra no existe o no se menciona a su interior. En todo caso se analizan los errores y las debilidades de los oponentes para desarrollar nuevas estrategias de cara a futuras acciones.

Por supuesto que enseguida se levantan encuestas para evaluar su impacto. Si los resultados son favorables, se hacen públicos; de lo contario, quedan para consumo interno del equipo del candidato. Sin embargo, las encuestas tienen varios asegunes. En primer lugar es crucial seleccionar a aquellos que han presenciado el debate. Generalmente, estos son personas cercanas a los candidatos o con un interés particular en el tema, en lugar del público en general, que puede no mostrar tanto interés.

La decisión de hacer una encuesta requiere que una empresa la realice y eso cuesta dinero, mucho dinero. Hacer una encuesta es complejo: no solo por el costo, sino por el levantamiento mismo. Primero es la elaboración en gabinete tanto del diseño de la muestra como la elaboración de un cuestionario preciso. El siguiente paso es el levantamiento: se puede tener un diseño impecable, pero si no se siguen los lineamientos establecidos en el mismo, la información recabada puede ser sesgada.

En el levantamiento se debe establecer una metodología precisa, en especial cuando se hace en varias etapas, segmentada (edad, sexo, educación, empleo, etc.) y geográficamente dispersa de forma aleatoria. Este último punto es de gran importancia pues, de acuerdo con las condiciones de inseguridad en el territorio mexicano controlado por el crimen organizado, hace que el levantamiento tenga riesgos significativos.

Una vez obtenidos y divulgados los resultados pueden ocurrir otros fenómenos que inciden en el desenlace en las urnas. Primero tiene que ver con la concurrencia el día de la elección, ¿será del tradicional 65 por ciento, o menos, o más? Dependiendo del número de electores podría definirse que gane o pierda uno de los contendientes.

Otros fenómenos son el efecto de arrastre del ganador (bandwagon); esto es, que se vota por quien lleva la delantera en las encuestas (¿quién vota por un perdedor?) o el efecto del perdedor (underdog): sentir simpatía por el más débil y votar por él.

Ante lo costoso de las encuestas domiciliarias se busca algo más barato y rápido con una telefónica o en redes sociales que, vale decir, no son muy representativas. Después de la experiencia de las encuestas con Fox, con Calderón y más recientemente lo ocurrido en varias entidades del país (Estado de México), las encuestas poco serias y metodológicamente deshonestas recuerdan la fábula del pastor y el lobo.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I