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El valor del voto

No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, reza el refrán. Después de mil 61 días trascurridos desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) destapara sus corcholatas como candidatos de Morena por la Presidencia de la República, el próximo domingo 2 de junio los ciudadanos mexicanos que integramos las listas nominales acudiremos a cumplir un derecho y una obligación: depositar nuestro voto por los candidatos a los diferentes cargos de elección popular.

El proceso electoral no ha estado exento de contrariedades, acusaciones y asesinatos. El último día de campaña fue asesinado –al estilo del magnicidio contra Luis Donaldo Colosio– Alfredo Cabrera Barrientos, candidato en Coyuca de Benítez, Guerrero. Con este asesinato concluye la más sangrienta de las contiendas electorales en México (a pesar de lo que diga AMLO).

Este momento es buen pretexto para reflexionar en torno al valor de los comicios electorales: ¿sirven de algo las elecciones? ¿Tenemos otras opciones? Varios autores han abordado el tema, pero me remito al menos a dos: Adam Przeworski (no intente pronunciarlo) escribió ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? (Siglo XXI, 2019); y el otro, David Van Reybrouck, publicó Contra las elecciones (Taurus, 2017). Ambos con argumentos tanto a favor como en contra.

En apretado resumen, Przeworski aborda la importancia y las críticas de las elecciones en las democracias modernas; argumenta que, a pesar de sus imperfecciones, las elecciones son cruciales para la democracia porque facilitan la alternancia en el poder, otorgan legitimidad al gobierno, permiten la rendición de cuentas, fomentan la participación ciudadana y promueven la inclusión y la representación. Además, reconoce la necesidad de abordar las deficiencias del sistema electoral mediante reformas y complementos institucionales.

Por su parte, Van Reybrouck argumenta que el sistema electoral actual presenta varias deficiencias que afectan la calidad de la democracia; critica las elecciones por su tendencia a generar una democracia de baja calidad, con representación deficiente, polarización, cortoplacismo, participación limitada, y potenciales problemas de ineficiencia y corrupción. Propone explorar formas alternativas de participación democrática, como la democracia deliberativa y el sorteo, para revitalizar y mejorar el funcionamiento de las democracias modernas.

En algún tiempo se pensó que el tema electoral ya estaba superado: entramos a la transición democrática después de haber experimentado alternancias en el poder de forma tersa y pensamos que ahora la discusión debía concentrarse en evaluar el desempeño de quienes llegaran a ocupar algún cargo de elección popular. Sin embargo, lo acontecido en este largo y agónico proceso electoral parece que hemos retrocedido unas décadas y lo electoral vuelve a ser una preocupación.

Independiente de esta regresión, debemos considerar seriamente que el valor del voto radica en su capacidad para fortalecer la democracia, asegurar la igualdad política, promover la rendición de cuentas y permitir la expresión de la voluntad popular, para contribuir a la estabilidad y el empoderamiento de los ciudadanos (aunque sea cada tres o seis años). Por ello, independiente de su preferencia, no falte este domingo a votar.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I